El escritor cumple su promesa de no volver a España y será enterrado en Larache
Se fue apagando lentamente, acompañado los últimos meses por su fiel amigo Abdelhadi que empujaba su silla de ruedas por la plaza Fna de Marrakech donde todos los días compartía tertulia con un grupo de amigos.
Veo multitud de artículos en los periodicos... "el exiliado incómodo de una España sin remedio"..."las «señas de identidad» de una voz crítica"..."Juan Goytisolo logra mantener la coherencia hasta en su muerte"- etc.
Este escritor catalán, aunque a el le gustaba oir "el escritor de Barcelona", obtuvo el Premio Cervantes, recibiéndolo con la única corbata que tenía en el armario y dedicando su discurso a los habitantes de la media de Marrakech, sus vecinos desde que se había instalado allí en 1997 con
su esposa, la escritora francesa Monique Lange y con la familia de su
amigo, y expareja, Abdelhadi.
Al fallecer Monique, decidió establecer una relación con la familia de la vivienda contigua, ellos cuidarían de él y el se encargaría de la educación de sus hijos, Yunes y Jalip y de su primo Rida.
Gran defensor de la cultura árabe y del islam, le molestaba mucho que alguien hablase con desconocimiento o ligereza sobre estos temas. Le preocupaba mucho el recismo y la xenofobia
El que podía haber vivido en cualquier parte del mundo, eligió Marruecos. En la década de 1980 ya se había hecho con una casa en la medina de Marrakech y no dudaba en invitar a un té en el patio, entre las ramas del limonero.
Briggite Vasallo, la escritora y activista, a quien Goytisolo prologó su novela PornoBurka, habla del sentido del humor del escritor...
“Cuando
quise comprar la casa, a principios de los años 80, me advirtieron:
está meskuna, habitada… habitada por espíritus, se entiende. Y es cierto
se oían ruidos así que me puse a investigar y resultó ser que dos
muchachos de las casas vecinas tenían palomares, y en la época de celo
enviaban una hembra para atraer a los machos del otro palomar y
quedárselos. Así que cuando uno de los chicos veía a esta Eva acercarse
con la manzana de la tentación a sus machos, le lanzaba piedras para
espantarla y muchas de esas piedras acababan cayendo en este patio. Así
que ya ves, eran fantasmas no cubiertos de sábanas sino ¡cubiertos de
plumas! La primera noche que dormí aquí me dije: ¡ahora sí que está meskuna!” concluye con una sonrisa satisfecha.
Por
las tardes, ya liberado del escritor que lo atosiga, Guatisolo sale a
pasear como un habitante más de la medina, ajeno a las miradas
sorprendidas (¿es él? ¿no es él?) de los viajeros que lo cruzan. Pero, aunque lo pretenda, él no es un habitante cualquiera. “Una vez ¡quisieron incluso señalar mi casa en las guías turísticas de Marrakech!”, cuenta entre horrorizado y divertido. “Afortunadamente alguien me dio el chivatazo y pude pararlo a tiempo.”. Porque a pesar suyo, ese tal Juan Goytisolo es un personaje famoso, conocido aunque no necesariamente leído. “Hace
años, en Almería, estaba en la recepción de un hotel cuando de repente
entró un grupo de viajeros del Imserso; con gran alborozo una señora me
señalo y gritó al aire ¡Mirad todos! Es el autor de Bodas de Sangre!”. Guatisolo lo cuenta mientras se le iluminan unos ojos habitualmente luminosos, y su boca se retuerce, apenas visible bajo la enorme nariz. Está sonriendo. “Eso
me dio una gran idea. Cuando se me acerca uno de estos turistas
grotescos y se me planta delante con sus pantalones cortos y sus
horribles piernas blancas…¿no será usted….? ¡Sí!, me apresuro a decir:
soy, efectivamente, ¡Antonio Gala!”.
En 2004 visitó Vigo para conocer Las Rías Bajas y confesó: «No sé ni
abrir un paraguas, no sé hacer nada en la vida que no sea escribir, soy
de una incapacidad total práctica».
No hay comentarios:
Publicar un comentario