lunes, 17 de febrero de 2020

PACO PESTANA




 Escultor
Fecha de Nacimiento: En 1949
Lugar de Nacimiento: Lugo

Artista y poeta colaborador en prensa y revistas de arte, ha realizados unas ciento veinte exposiciones entre colectivas y personales, destacando “Galicia no Tempo”.

Parte de su obra figura en las siguientes fundaciones: Gulbekian, Granell, Torrente Ballester, Alcázar Reyes Cristianos de Córdoba, Museo de la Pasión de Valladolid, etc...

domingo, 16 de febrero de 2020

Francisco Pradilla Ortiz

 

(1840-1921)
Pintor español. Fue uno de los primeros
 pensionados de la Academia Española de 
Bellas Artes fundada en Roma por Castelar. 
Desde allí envió las obras reglamentarias,
 siendo el primero una copia de Rafael 'La 
disputa del Sacramento', y 'La salvación del
 náufrago'. En 1878 consiguió la medalla de
 oro de la Exposición de Madrid por su cuadro
 'Juana la Loca'. También consiguió la
 medalla de oro en las Exposiciones de París 
y Viena en 1882. El Senado español le 
concedió la gran cruz de Isabel la Católica 
por su cuadro 'La Rendición de Granada a los
 Reyes Católicos'. Otras obras suyas son
 'El rapto de las Sabinas', 'Don Alfonso el 
Batallador' y 'Don Jaime I el Conquistador'. 
Además de ser un excelente pintor del 
género de historia, realizó paisajes y pintura 
de género

viernes, 14 de febrero de 2020

Halfdan Egedius





(1877-1899)

Halfdan Egedius es uno de los artistas noruegos que murió bien joven - tan sólo 22 años de edad - pero cuyo talento artístico ya había sido evidente desde los cinco. Comenzó a estudiar en una escuela de arte en Christiania a los nueve años y su formación incluyó un período con Harriet Backer en 1891-1892, así como el danés Kristian Zahrtmann en la primavera de 1896.

 Egedius fue a Telemark por primera vez en 1892 para pintar con algunos amigos, y encontró un paisaje y un ambiente a los que volvió casi todos los veranos. Pintó varios paisajes ambientales y se estrenó en la Exposición Estatal de Arte en 1894.

En el verano de aquel mismo año, pintó en Vågå, pero al verano siguiente volvió a Telemark, haciendo obras tales como el retrato de un amigo, El soñador; el Retrato de Mari Clasen y Muchachas bailando. Al año siguiente, Egedius pintó varios cuadros tanto dramáticos como líricos, entre ellos Nubes de tormenta, un estudio de las condiciones atmosféricas; Verano, que describe unos muchachos que llegan a un cerezo desde el lomo de un caballo, y, finalmente, Música y danza (1896), en el que deseaba expresar cómo la música y el baile podían producir éxtasis. (Todas esas obras están en la Nasjonalgalleriet, Oslo).

Egedius no volvió a pintar después de 1896. Este joven artista fue encargado de dibujar las ilustraciones para la obra de Snorri Sturluson, Sagas de los reyes nórdicos. Consiguió terminar 37 dibujos antes de morir, y, junto con un puñado de pinturas, serán su aportación más significativa al arte noruego. 

miércoles, 12 de febrero de 2020

SANTIAGO RUSIÑOL



Santiago Rusiñol i Prats, pintor, escritor y 
dramaturgo catalán, nacido en Barcelona 
(1861) y fallecido en Aranjuez (13 de junio de 
1931), mientras pintaba sus famosos jardines.

Nació en el seno de una familia de industriales
 del textil, procedentes de Manlleu. Se formó 
en el Centro de acuarelistas de Barcelona y 
fue discípulo de Tomás Moragas. Viajó a París
 en 1889, donde vivió en Montmartre junto 
con Ramón Casas y con Ignacio Zuloaga.
Se familiarizó con el simbolismo y la pintura 
al aire libre. Tras regresar a España funda en
 Sitges el taller-museu del “Cau Ferrat”, y 
frecuenta en Barcelona las tertulias del café
 Els Quatre Gats. Su posición social y 
económica acomodada le permitió hacer 
frecuentes viajes.
El año 1908 recibió la medalla de la 
Exposición Nacional de Bellas Artes.

Su pintura está muy influida por los
 impresionistas y tiene temática paisajista,
 tanto rural como urbana, retratos y
 composiciones simbólicas de inspiración 
modernista. Al comienzo de su carrera 
incluía figuras humanas. En las etapas finales
 sólo pintaba paisajes, especialmente de los
 Reales Sitios como Aranjuez o La Granja.

En su obra literaria, siempre en catalán, se
 incluyen poemas en prosa (“Oracions”, 
1987), dramas como “L'alegria que passa” 
(1898), “Cigals i formigues” (1901), “La bona 
gent” (1906) y novelas constumbristas como
 “L'auca del senyor Esteve” (1907), que fue 
adaptada al teatro por el propio Rusiñol en
 1917, “La niña Gorda” (1914), “El català de
 La Mancha” (1917) o “En Josepet de Sant
 Celoni”.

También escribió para periódicos como La 
Vanguardia o revistas como L'Esquella de la
 Torratxa.
Fue un personaje importante de la 
Renaixença literaria y cultural de Cataluña, 
y del mundo intelectual y bohemio de la
Barcelona de su tiempo.

Estuvo en Buenos Aires, en Rosario y en 
Córdoba para el centenario de la Revolución 
de Mayo, en 1910; estrenando obras suyas


El Museo de Arte Contemporáneo de Rosario.
(MACRo), es un museo de arte situado en la 
ciudad de Rosario, Argentina. Administrati-
vamente depende del Museo Municipal de 
Bellas Artes Juan B. Castagnino.

Se encuentra ubicado en la intersección del 
Boulevard Oroño y el río Paraná en lo que 
fuera un silo de una ex zona porturaria de la 
ciudad llamado Silo Davis. El edificio fue
 proyectado por Ermete de Lorenzi 
(1900-1971), uno de los más importantes 
arquitectos rosarinos del siglo XX.

Este anexo del Museo Castagnino nació como
 consecuencia de la formación de una 
importante colección, cuya historia comienza
 por una iniciativa de la Fundación Antorchas,
 que aceptó donar 27 obras que habían sido seleccionadas por el director del MALBA
 (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos 
Aires) Marcelo Pacheco, si se conformaba
 una gran colección de arte argentino.

La Municipalidad de Rosario y la Fundación 
Museo Castagnino, junto con empresas y
 particulares, consiguieron reunir los fondos necesarios para el financiamiento del proyecto.


Simultáneamente desde finales del siglo XX
 se viene realizando una importante interven-
ción en la costa central de la ciudad de 
Rosario como consecuencia del traslado de
 las actividades portuarios que allí se desarro
llaban.

Entre los edificios considerados con valores 
histórico en esta ex zona portuaria se encon-
traba el denominado Silo Davis, que fue 
seleccionado pora albergar el nuevo museo
 de arte contemporáneo.

Fue inaugurado el 16 de noviembre de 2004.


El Museo funciona en lo que fue una planta 
de acopio de granos a orillas del río Paraná. 
En la primera etapa se habilitaron 970 
metros cuadrados correspondientes a los 
diez pisos donde funcionaban las oficinas y
 un corredor amplio que corona los silos a la
 altura de la séptima planta. Para una segun-
da etapa está previsto el reciclado de los ocho cilindros, de 7,5 metros de diámetro cada uno.

El proyecto fue realizado por la Dirección de 
Proyectos Urbanos de la Secretaría de 
Planeamiento de la Municipalidad de Rosario.
 Se buscó preservar íntegramente el edificio, 
exaltando las características propias del
 hormigón, acentuando la austeridad como 
valor y manteniendo la estructura a la vista.

El museo cuenta con todos los servicios y 
posee externamente un ascensor vidriado, 
que permite acceder a sorprendentes vistas
 de la ciudad y las islas. Está climatizado y
 cuenta con un sistema de control de 
incendios y de seguridad que cumplen con 
las normativas internacionales para
 exhibición de exposiciones.

lunes, 10 de febrero de 2020

ZURBARÁN


Fuente de Cantos 1598 - Madrid 1664



Zurbarán fue un genial pintor de la época barroca española. Vivió durante el siglo XVII, es decir, en el primer Barroco. Fue coetáneo de los grandes pintores del Siglo de Oro, como Velázquez, Murillo, Ribalta y Ribera. Su estilo se mantuvo prácticamente invariable, mientras que el de los anteriores iba evolucionando. Esta inmovilidad fue durante varias décadas el secreto de su éxito, pero terminó por condenar su carrera artística. Hijo de un comerciante o tendero, nació en Fuente de Cantos (Badajoz) en 1598. De sus primeros años nada se sabe, aunque podría suponerse que el padre deseara transmitirle el negocio y, por tanto, lo educara en el mismo. 


Sin embargo, en 1614 Pedro Díaz de Villanueva, pintor de Sevilla, lo toma como aprendiz con 16 años, durante 3 años. Desconocemos los motivos que llevaron a su padre a inscribirle en este taller, pues lo normal era que existiera una vinculación familiar con el gremio en el que se desarrollaba la formación profesional de los jóvenes. Tal vez unas excepcionales dotes para el dibujo inclinaron a sus progenitores por esta profesión. Cuando Zurbarán comienza de aprendiz, el panorama artístico de esos años era muy fértil.


Sevilla era una ciudad próspera y la producción de pintura y escultura marchaba a un ritmo espectacular, apoyado por los encargos de la clientela religiosa y las ventas de pintura a América (todos los barcos rumbo al nuevo continente partían de esta populosa urbe). Las principales personalidades artísticas del momento eran Francisco Pacheco, Juan de Roelas y Francisco de Herrera, el Viejo.


 De estos tres, el más importante sin duda era el taller de Pacheco, quien quería dotarlo de rasgos de Academia, a la manera italiana. Siendo el taller de mayor éxito, encontramos en sus jóvenes aprendices a personalidades de la talla de Velázquez, quien figura en el taller de Pacheco en el año 1610, con 11 años; esto nos indica que cuando Zurbarán se inicia como aprendiz con 16 años, Velázquez, de 15 años, ya lleva estudiando cuatro años. 

Otro insigne alumno era Alonso Cano, que consta en el taller Pacheco en 1616, con 15 años. De la nueva generación a la que corresponde Zurbarán tan sólo nos queda citar en Sevilla a Francisco de Herrera el Mozo, hijo de Herrera el Viejo. Es algo más joven que los pintores mencionados, pero su estilo se desenvolvería por caminos similares, siguiendo las enseñanzas de su padre. 


Al terminar el aprendizaje, Zurbarán no regresa a su pueblo, sino al vecino: Llerena. Se establece con 18 años como pintor y al año siguiente contrae matrimonio por primera vez: ella es una mujer viuda, diez años mayor, María Páez. Este rasgo se mantuvo en las tres esposas de Zurbarán, que solían ser mayores que él y de familias acomodadas de comerciantes. Se casan en 1618 y ella muere en 1623.



En 1625 se casará con Beatriz de Morales, también viuda y mayor que él. La rapidez en el nuevo matrimonio puede explicarse por la presencia de hijos pequeños de la primera esposa, que había que criar y educar adecuadamente. Zurbarán mantiene a su ya abundante familia con los clientes que consigue en su tierra. Sus primeros encargos para Llerena consisten en pequeñas obras secundarias y en algunos diseños urbanísticos: una fuente, por ejemplo, para la plaza. 


Sin embargo su talento comienza a ser conocido: en 1626 recibe un encargo para el convento de San Pablo el Real de Sevilla, de nada menos que 21 lienzos. El gran número de lienzos indica que Zurbarán ya había formado un taller para satisfacer todos los encargos, y que bajo su dirección trabajaban varios oficiales y aprendices. De otro modo, al pintor le hubiera resultado imposible terminar el trabajo a tiempo. 

Si pensamos que Zurbarán era un pintor todavía joven y relativamente poco conocido, puede sorprender la importancia del encargo. Una explicación podría encontrarse en el competitivo mercado sevillano: la producción de pintura se encontraba monopolizada en los talleres de los grandes maestros reconocidos (Pacheco, Roelas, Varela, Legot, Herrera...) y por tanto sus precios eran muy altos. El joven extremeño poseía la habilidad y los recursos humanos para llevar a cabo la obra por mucho menos dinero.

El precio de los 21 lienzos sumaba un total de 380 ducados. Como comparación mencionaremos que tan sólo tres años más tarde, afincado ya en Sevilla con su taller, Zurbarán cobró por 22 lienzos la cifra de 1.500 ducados. ¿Por qué Zurbarán aceptó un precio tan bajo? Toda la comarca del sur de Extremadura estaba bajo influencia sevillana; todos los encargos se encomiendan a artistas sevillanos. El encargo de los 21 lienzos provenía de los dominicos, que eran una de las Órdenes más poderosas de Sevilla. Zurbarán no cobraba el trabajo sino la posibilidad de penetrar en el hermético mercado sevillano. 

En este primer encargo de importancia encontramos los rasgos tempranos de su estilo: torpeza en las perspectivas, falta de coherencia espacial, prodigiosa capacidad para reproducir los materiales, intensidad expresiva en los rostros, delicadeza cromática, rico colorido, gran variedad de blancos... Se ha dicho que Zurbarán era increíblemente desmañado a la hora de construir los espacios, y esto se mantendrá constantemente en su pintura. La abundancia de personajes le bloquea y se muestra incapaz de ordenarlos coherentemente en un espacio realista. Las leyes de la perspectiva y la proyección geométrica descubiertas en el Renacimiento se le resisten, por lo que sus espacios carecen de profundidad u orden.

Estas carencias las compensa con las otras características: su minuciosidad consigue plasmar telas, cacharros, cabellos, pieles, como si pudieran palparse, tan reales como la vida. Los rostros son penetrantes, animados, diferentes por completo a las expresiones acartonadas de otros pintores de su taller o de la propia Sevilla. Por último, poseía una particular concepción del color, que le llevaba a colocar juntos colores que tradicionalmente se consideraban contrarios, pero que bajo su mano parecían armónicos. 

Recurrió a gamas brillantes y alegres, poco frecuentes, como los púrpuras, morados, verdes esmeralda o amarillos limón. De los 21 lienzos de este importante encargo se conservan varios: la Curación milagrosa de Reginaldo de Orléans, Santo Domingo en Soriano, y tres Padres de la Iglesia, San Gregorio, San Ambrosio y San Jerónimo. El año siguiente a este trabajo, 1627, pinta el maravilloso Crucificado del Art Institute de Chicago. En él se enfrenta y apropia del decálogo del Naturalismo tenebrista.


En efecto, este estilo del Barroco italiano caló profundamente en la sensibilidad pictórica de Zurbarán, quien lo adoptó como estilo propio a lo largo de su carrera. La obra de mayor referencia para Zurbarán fue la de Caravaggio por un lado; por otro, la llegada a Osuna de un cargamento de lienzos que había encargado el duque de Osuna le hizo conocer la obra de Jusepe Ribera, el Españoleto, protegido del duque, con quien encontramos las mayores consonancias estilísticas. En 1628, Zurbarán aún aparece como vecino de Llerena, pero residente en Sevilla. 

 Ya tiene claro que su objetivo es la capital: este mismo año firma el contrato para 22 lienzos en el convento de la Merced Calzada, comprometiéndose a pintar todo aquello que el padre comendador le ordene: le suministraron textos e ilustraciones, para que se ajustara a la ortodoxia, interpretándola. Es decir, las posibilidades creativas de Zurbarán prácticamente no estaban contempladas en aquel momento. No se pedía a los pintores que fueran originales sino que trabajaran para sus clientes, siendo éstos los que verdaderamente concebían el cuadro en su imaginación para que el pintor lo llevara a cabo. En 1629 parece evidente que Zurbarán se va a establecer en Sevilla, contrariamente a todas las leyes municipales. Para apoyarle, se extiende una petición del cabildo municipal que diera pie al establecimiento de Zurbarán en Sevilla. La petición se firma en el mes de junio y, en septiembre, el maestro aparece ya como pintor de la ciudad.


Al año siguiente, 1630, los alcaldes del gremio de pintores exigen que Zurbarán se someta a los exámenes y controles establecidos para ejercer la pintura. El control gremial era poderosísimo, de ahí la importancia de que Zurbarán fuera apoyado previamente para saltarse las normas. Ante la instancia del gremio, Zurbarán pidió apoyo al cabildo. Alonso Cano, de fogoso temperamento, exigía por escrito que se cumplieran las ordenanzas. El cabildo, sin embargo, protegió a Zurbarán y el examen no se llevó a cabo. De esta manera, Zurbarán se convertía en vecino de pleno derecho de Sevilla. El prestigio adquirido tras esta trifulca llevó al pintor a rechazar encargos menores que le llegaban de la periferia, ciudades pequeñas con menor poder adquisitivo.

Las obras que le pedían las encargaba a sus oficiales, por lo que el taller de Zurbarán dejó su huella en toda la comarca andaluza. El taller de cada maestro tenía su forma particular de pintar, que podía o no estar de moda, pese a seguir un estilo común. Los modelos que se practicaban en el taller de Zurbarán dependían normalmente de estampas y dibujos ajenos, brindados por los comitentes del lienzo, que normalmente resultaban ser teólogos. Uno de los temas de mayor éxito era el de Cristo en la cruz. 

Casi todos los Crucificados son de cuatro clavos en este momento, por influencia del prestigioso taller de Pacheco (podemos ver como ejemplo el Cristo de Velázquez). Otro tema predilecto de Zurbarán era el de los corderos trabados: funcionaban como símbolos del sacrificio pascual. El blanco de su lana encarna la pureza y la victoria de la vida sobre la muerte. Pero al mismo tiempo eran bocetos y estudios preparatorios para lienzos de mayor tamaño que incluían corderillos como motivos secundarios.



Estos modelos contribuían cada vez más a incrementar la fama de Zurbarán, hasta el punto de que en 1634 Velázquez sugiera a la Corte madrileña (de la que se había convertido en pintor del rey) que le llame para colaborar en la decoración del Palacio del Buen Retiro, mandado levantar por Felipe IV. Se encargó de los Trabajos de Hércules (10 en lugar de 12, porque sólo se disponía espacio en las sobrepuertas del Salón de Reinos para 10) y 2 lienzos sobre el Socorro de Cádiz (1 perdido). Estos dos lienzos se inscribían en una serie de batallas famosas, entre las que se cuentan por ejemplo Las Lanzas de Velázquez, junto a obras de Carducho, Cajés, Maíno y otros. Como ya se ha mencionado, de los dos lienzos de Zurbarán tan sólo se conserva la Defensa de Cádiz. Tras este trabajo, en 1634 regresa a Sevilla y en la documentación de algún encargo posterior figura como "pintor del rey".

Tantos éxitos favorecieron su introducción en el mercado trasatlántico. Su comienzo en la exportación a América tuvo principalmente razones económicas, puesto que los lienzos conseguían unos precios altos, lo cual compensaba el enorme riesgo de la transacción: por un lado que el barco llegara a puerto sin contratiempos para la mercancía; por otro, que los lejanos clientes cumplieran con los pagos estipulados. Ejemplo de estos riesgos comerciales lo constituye la primera remesa de cuadros que Zurbarán envió a América, completamente perdida. El capitán del navío, Mirafuentes, los desembaló y adornó con ellos el barco durante una fiesta en plena travesía.



Era una serie de vírgenes santas: aspecto hermoso y juvenil, engalanadas con lujosos trajes, muy apropiado para la fiesta. El desembalaje y la fiesta posterior provocaron daños irreparables en los lienzos, que jamás fueron cobrados por el pintor. Sin embargo, en otros casos tuvo más éxito. Zurbarán recibía abundantes encargos en esta época, incluso se le encomendó la decoración de un barco en 1638, para una fiesta que iba a celebrarse en el Buen Retiro de Madrid


Este mismo año de 1638 firmó uno de los contratos más cruciales para nuestro conocimiento de Zurbarán y el arte del momento: la serie conventual del monasterio de Guadalupe. Lo que la hace única es que se ha conservado intacta in situ, siguiendo la colocación original del siglo XVII. El ciclo estaba dedicado a la Orden jerónima y a su vinculación tradicional con la Corona española. Los lienzos tenían un carácter histórico-legendario. Su estilo se parece más que nunca al de Ribera. En esta plenitud, en 1639 muere su esposa Beatriz.


La obra de los años siguiente refleja lo visto y aprendido en Madrid, especialmente composiciones de Bartolomé y Vicente Carducho, así como el color y el paisaje atmosférico de Velázquez. La década de 1640-1650 se inicia con un declinar de los encargos de importancia: se produce una crisis económica general en toda España, a lo cual se añade una sublevación en Andalucía, capitaneada en vano por el duque de Medina Sidonia en 1641. Esta crisis fuerza a los pintores a volcarse en mercados alternativos. Aumentan las series para América, lo que provoca una industrialización de los modelos con mayor intervención del taller; se fabricaban santos estereotipados casi en serie, con modelos de baja originalidad e incluso mediocre calidad.

Proporcionaban más beneficios, pero eran más arriesgados. Los conventos americanos sentían verdadero fervor por lo llegado de España. Los principales destinos donde encontraremos obra de Zurbarán serán Nueva España, Perú (especialmente su capital, Lima), Antigua (Guatemala), Buenos Aires (Argentina). Las series no son sólo religiosas, sino con frecuencia tienen motivos profanos. Esto se debe a que los clientes no eran sólo conventos sino también altos funcionarios de colonias, mineros enriquecidos, comerciantes indianos... Estos clientes piden series de apostolados, césares, patriarcas, santos fundadores, los infantes de Lara, vírgenes santas, ángeles, reyes, hombres célebres. No todas las series repiten los mismos modelos ni constan del mismo número de lienzos, pero poseen características comunes. Las santas vírgenes resultaban muy atractivas.


Son figuras femeninas representadas en actitud de marcha, colocadas a lo largo de los muros de la nave del templo como si fueran una procesión celestial hacia el altar. A veces giran sus bellos rostros hacia el fiel, con familiaridad o coquetería. Pueden incluir retratos a lo divino: damas nobles que desean ser representadas bajo el aspecto de su santa favorita o de aquélla que les da nombre. 


Los infantes de Lara, otra serie muy solicitada, son de temática singular y poco frecuente: trata de la sangrienta leyenda castellana del asesinato de los siete hijos de don Gonzalo Bustos de Lara, vengados por su hermano bastardo Mudarra. En 1644 se produce el tercer y último matrimonio de Zurbarán, con Leonor de Tordera, joven ideal para cuidar su casa y su patrimonio (ella tenía 28 años, él 46). Al tiempo, su hijo Juan de Zurbarán se establece como pintor, siguiendo los modelos de su padre y colaborando con él. Pero un hecho terrible viene a acentuar la crisis sevillana y la de Zurbarán particularmente: en 1649 se produce una epidemia de peste que redujo la población de Sevilla a la mitad.



En ella murieron casi todos los hijos del pintor, incluido Juan. Las circunstancias adversas se agravaron por un cambio de estilo abanderado por Murillo, que había comenzado a acaparar los encargos más interesantes. Tal vez fuera ésta la razón por la que Zurbarán comienza a plantearse cambiar su lugar de residencia. De este modo, parece que entre 1650 y 1652 realiza un viaje a Madrid, no documentado. Lo que sí es patente es que se produce un cambio de estilo durante este bienio: gusto por el sfumato, el modelado más blando, la delicadeza...

Tal vez influye el nuevo estilo de jóvenes artistas que triunfan en Sevilla: Murillo y Herrera el Joven, que representan el Barroco triunfal, exitoso no sólo en Sevilla sino también en Madrid. Definitivamente el pintor se traslada a Madrid en 1658 y busca la protección de Velázquez, a cuyo favor "adorna" la realidad cuando da testimonio sobre el pintor en su proceso para acceder a la Orden de Santiago. De esta manera, esperaba y probablemente conseguía que Velázquez le recomendara para posibles trabajos. Son los últimos años del pintor, llenos de interés. 


Su estilo se hace delicado e íntimo, con pincelada blanda y aterciopelada, colorido luminoso y transparente, centrado en la clientela particular: temas de devoción privada y cuadros de dimensiones menores. Los grandes lienzos que se pagan en Madrid son de mano de Carreño y Rizzi. De 1658 a 1664, los últimos años de su vida, se muestra la obra más pura de Zurbarán, sin la intervención de sus oficiales, puesto que no traslada su taller de Sevilla a Madrid. El 27 de agosto de 1664 muere



En su testamento se aprecia un nivel medio-alto de vida, posibilitado por su dedicación al comercio en sedas y adornos para textiles de los últimos años. Se liquidaron los lienzos que permanecían en su poder, las casas, etc. Se encontraron 50 estampas en su taller, pero ni un sólo libro. Sus herederas fueron dos hijas supervivientes. Se le enterró en el convento de Agustinos Recoletos de Madrid, sito en los terrenos de la actual Biblioteca Nacional.


 Los temas que trató a lo largo de su vida Zurbarán fueron lienzos religiosos oficiales, lienzos de devoción o profanos para particulares y retratos.

Entre las iconografías destacan sus Inmaculadas Concepciones, una devoción muy defendida en la España del XVII. También las Vírgenes niñas o dormidas, las Sagradas Familias de la Virgen, poéticas, casi sentimentales, con visiones de la cotidianeidad de la España del momento. Otro tema de éxito fueron las imágenes de Jesús, niño o adolescente, los Crucificados de cuatro clavos y dos tipos: muerto con la cabeza ladeada, vivo con la cabeza alzada. 


Zurbarán sentía a título personal una gran predilección por los San Franciscos, meditando, rezando, con calaveras o muerto. Este gusto lo comparte con El Greco y tal vez da una idea del sentimiento vital y espiritual de este pintor que abarcó gran parte del siglo XVII, mostrando a un tiempo las dependencias del Barroco respecto a otros estilos anteriores y las novedades que marcaron su decadencia pasado 1640.

ref. ARTEHISTORIA