viernes, 29 de octubre de 2021

Abraham Lacalle



Abraham Lacalle (Almería, 1962) Son paisajes crudos, fuera de lo convencional, sin poner el foco de atención -aunque exista- en la belleza o en una visión idealizada. La maleza, el barro en ríos y caminos, los árboles rotos o secos, los elementos de desecho que nadie quiere que aparezca en sus imágenes de parajes naturales en esta sociedad de la apariencia, tienen un papel preponderante en estas obras.

Siempre buscando la crítica social, en este caso, con el medioambiente en el punto de mira tal y como ocurre en sus últimas exposiciones en Barcelona y Sevilla, nos encontramos con escenas de una naturaleza tan cercana como imaginada con un ambiente bucólico que se ve enturbiado por la presencia más o menos evidente del ser humano. Incluso sin verse a simple vista, se intuyen los cambios producidos artificialmente, elementos que inconscientemente distorsionan la imagen del paisaje y llevan a buscar qué es lo que nos descoloca.

Los fuertes colores tanto en los óleos como en las acuarelas rompen la tranquilidad que se supone de una escena de paisaje, que se convierte en violencia a través de la potente pincelada de los lienzos que Lacalle no esconde ni disimula. No en vano, en estos detalles de metapintura se esconde su homenaje a la historia del arte, anotaciones técnicas a la maniera de los clásicos, sobre todo de los pintores de las prevanguardias. Volviendo a las obras, ese desasosiego tampoco escapa a las acuarelas, que no permite errores y corregir las decisiones tomadas, cuyos contrastes de color crean una atmósfera sombría, sobre todo en las escenas de campo abierto.

Como modificador del entorno en el que vive desde que adquiere capacidad constructiva, la especie humana ha moldeado la naturaleza de tal manera que, mientras en ocasiones somos conscientes de su intervención, en otras son realizadas de tal manera que se asumen como parte propia del entorno natural. Un manejo de la tecnología al servicio de la calidad de vida en detrimento del medio en tal medida que ha desembocado en una falsa posición de superioridad, de modificar a voluntad cuándo y cómo desee. Al final, la naturaleza sigue su curso y acaba revolviéndose ante las intervenciones humanas. La pretensión de asumir el control de un elemento realmente incontrolable, como es el impacto del hombre en la naturaleza, es una metáfora de cómo funciona la sociedad, la economía y nuestra propia existencia. Lacalle nos invita a la reflexión, a pensar en qué momento estamos, a dónde nos dirigimos; qué relación tenemos y deberíamos o queremos tener con nuestro planeta y con nosotros mismos.

Abraham Lacalle es uno de los artistas más destacados del panorama nacional, con una extensa trayectoria. Desde su primera gran individual Abraham Lacalle, Un lugar donde nunca sucede nada, en el Espacio Uno del Museo Nacional de Arte Reina Sofía en 2005, ha expuesto en las más destacados instituciones culturales y galerías, como su actual retrospectiva Experimentos con el paisaje en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) o la reciente En el paisaje, Galería Marlborough, Barcelona. También destacan Una isla dentro de otra, Fundación canaria para el Desarrollo de la Pintura, Las Palmas (2020); Forests, We Collect, Londres (2019); Recent Works, Marlborough Gallery, Nueva York(2019); El despertar, Landscapes after the battle, Nova Invaliden Galerie, Berlín (2016); Pintura bélica, CAAM, Las Palmas de Gran Canaria (2015); Tríptico de Málaga, CAC Málaga (2015); Campos de Batalla en la galería Juan Silió (2014); Bandini Baker, The Spanish Sindicate, Track 16 Gallery, Santa Monica, California (2011). Su obra, además, forma parte de destacadas colecciones como la del Museo Nacional de Arte Reina Sofía, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (Sevilla), Es Baluard. Museo de Arte Moderno y Contemporáneo (Palma de Mallorca), la Fundación Coca-Cola (Madrid), la Fundación Santander Central Hispano (Madrid) o la Colección del Consejo Superior de Deportes.



viernes, 15 de octubre de 2021

LAS REFLEXIONES DE JUANJO MILLÁS


Abrí la nevera para coger una cerveza y salió una mosca volando. Deduje que había entrado media hora antes, cuando guardé el pollo. Llevaba encerrada, pues, treinta minutos. Si no me hubiera apetecido beber esa cerveza, habría fallecido, ya que lo más probable es que no hubiera vuelto a entrar en la cocina hasta la noche. Me pregunté si el cerebro de la mosca se había comunicado con el mío para que la salvara de un final desastroso o si fue una casualidad.
Normalmente no bebo cerveza a esas horas. Ni a ninguna. No bebo cerveza, porque me da más sed, aunque de momento me sacia. Esa botella había llegado por error en el pedido del supermercado, pero como me dijeron por teléfono que era más fácil quedármela que devolverla, la guardé para una emergencia.
Más tarde, estaba trabajando en un cuento en el que en un momento dado el personaje iba a la nevera a por una cerveza. Me da mucha pereza que los personajes vayan a la cocina, o al cuarto de baño. No es lo mismo moverlos por el interior de tu cabeza que por el interior de una casa. Pero, bueno, el caso es que se despertó y le apeteció tomarse una cerveza. No es raro que los personajes te contagien cosas. Hace años, el de una novela que estaba escribiendo me contagió una depresión y la novela se quedó a medias. El personaje también. Ya le había construido el aparato óseo y la masa muscular cuando me atacó aquella tristeza y lo abandoné todo. El protagonista del cuento me contagió las ganas de tomarme una cerveza, de modo que me levanté y fui a la cocina.
Entonces, al abrir la puerta de la nevera salió la mosca. Si no hubiera estado escribiendo ese cuento, tampoco me habrían dado ganas de beber. Y, aunque me hubieran dado ganas de beber, si el supermercado no me hubiera enviado la cerveza por error, tampoco me habría levantado. Me impresionó que la vida de una mosca dependiera de ese cúmulo de coincidencias porque quizá la mía no era menos casual. La mosca se posó en la ventana, al sol, para sacudirse el frío, y en esto apareció una lagartija y se la zampó.
Aunque tenía el cuento prácticamente terminado, lo rompí y me fui a la cama para no provocar más prodigios, pero tampoco más catástrofes.

jueves, 7 de octubre de 2021

Johanna Van Gogh

 

Johanna Van Gogh nació en 1862 en Ámsterdam. Era la quinta de 7 hermanos. Pudo estudiar, viajó, aprendió idiomas, ... Y se casó con Theo Van Gogh (el hermano de Vincent Van Gogh) en 1889. Tuvieron un hijo al año siguiente.
Ese mismo año, 1890, murió Vincent de un disparo en el pecho. Siempre se dijo que fue un suicidio. Pero desde hace unos años hay una nueva tesis que dice que no se suicidó, sino que murió por el disparo accidental de dos adolescentes que jugaban con una pistola..
Seis meses después, su marido, Theo, fallece a causa de sífilis.
Johanna quedó viuda, con un hijo que mantener y 200 cuadros de su cuñado que, en aquel momento, no tenían ningún valor.
Editó la abundante correspondencia que hubo entre su marido y su cuñado. Y se convirtió en marchante de arte. Recopiló su obra, la expuso, la dió a conocer. A ella se debe que el prestigio de Vincent Van Gogh como pintor se extendiese desde su muerte. Johanna es la responsable de que Van Gogh sea reconocido hoy como uno de los grandes maestros de la pintura de todos los tiempos.

sábado, 2 de octubre de 2021

VICTOR MORO EN SU RINCÓN

 REPITO UNA PUBLICACIÓN MIA DE 2008 (creo que viene muy bien en este momento)

El del paseo Alfonso XII es el único mirador urbano desde el que se puede contemplar la ría, un auténtico balcón de la ciudad al que se asoma con frecuencia Víctor Moro


CIUDADANOS EN SU RINCÓN | VÍCTOR MORO

«Vigo no ha tenido peso nunca, llega siempre tarde, mal y a rastras»

Autor:
María Jesús Fuente / S. Antón

No lo tuvo fácil a la hora de buscar un rincón amable ante el que retratarse. A punto estuvo Víctor Moro de elegir un recodo de su casa, mucho más acogedor que cualquier esquina de Vigo.

Y eso que este vigués de adopción ha dejado siempre el pabellón de la ciudad bien alto desde cualquiera de los múltiples cargos que ha ocupado. No le gusta echar más leña al fuego.

Después de pensarlo dos veces se decidió por el paseo de Alfonso XII, el único mirador urbano desde el que aún se puede contemplar la ría. Celebra su existencia no sin cierta nostalgia: «Vigo nació a la orilla del mar y poco a poco se fue cegando su visión. Incluso el proyecto de Abrir Vigo al Mar lo cerró más». Su idea de la ciudad sería la de un gran mirador con el antecedente del plan Palacios configurando una urbe escalonada: «Con su crecimiento, ha ido perdiendo identidad, el Berbés ya no es el de antes, tampoco la calle Real, por donde empezó a escalar Vigo; ahora son zonas que pasaron a segundo término»

Los intentos de renovación se han quedado en eso y para Víctor Moro todo en la ciudad es de ayer, ha faltado capacidad para sedimentar lugares atractivos a la convivencia, que en definitiva es lo que debe conseguir el urbanismo

«Desgraciadamente vemos todos los días que falta unión en torno a objetivos comunes y la ciudad lo sufre».

Sobre las promesas incumplidas y la lentitud con la que se plasman los proyectos desde su anuncio, entiende que no es fácil engañar a los vigueses, lo que ocurre es que siempre, desde la democracia, las distintas fuerzas se han mostrado desunidas, no ha habido consenso global; «en ese pecado llevamos la penitencia».

«Históricamente Vigo no ha tenido peso nunca, ni en la provincia, ni en Galicia, ni en Madrid, ésta es la causa de que llegue siempre tarde, mal y a rastras».

El ex subdirector general del Banco de España se considera a estas alturas un mero observador que sufre con las carencias de la ciudad y cuando es marginada; desea que cambie su sino y que sea tratada con la categoría que merece. Sería un buen momento, a su juicio, para reavivar el compromiso de la sociedad viguesa asumido en 1932 y reflejado en una placa situada en la verja que rodea el olivo del paseo Alfonso. En ella se expresa ese compromiso de los vigueses en favor del progreso y de la entrega. Su retiro de la primera línea es voluntario, lo que no impide que siempre haya estado dispuesto a colaborar desde donde se le ha requerido. «En política nunca me han pedido opinión, en lo social sí, en más de una ocasión me han requerido en temas importantes como el AVE, en ese aspecto siempre he propugnado mejoras para Vigo, pero mi actuación nacía en mí y moría en mí, porque no tengo proyección política, financiera, ni social».

Y es que su desinteresada colaboración se ha visto frustrada casi siempre por la excesiva politización. «Son tantos los intereses políticos o económicos que es muy difícil aunar criterios»

Para Víctor Moro la ciudad se encuentra en la actualidad en una encrucijada decisiva con asuntos pendientes como la mejora del puerto o la llegada del AVE subterránea, lo que podría permitir ganar espacio al mar en el lugar que ocupa la estación. Tiene sus dudas sobre cuándo será todo esto: «El último lugar de Galicia al que llegará el AVE será Vigo, como ocurre siempre»

Sobre el Plan Xeral confiesa que no lo conoce con detalle, pero piensa que todo lo que siga atentando contra la belleza de la ría y cegando la ciudad no es positivo. Ve difícil que se puedan cometer ya más atentados.

MEU COMENTARIO- ¿Ve dificil que se poidan cometer máis atentados D.Victor?¡¡¡¡ Non é vostede consciente da capacidade destes destroyers!!!! Ao Paseo de Alfonso, o único mirador urbano que nos queda na cidade xa intentaron meterlle o dente e o peor é que algunhas veces permitene cousas mais por ignorancia que por maldade- NON SEI QUE É PEOR-

D. Victor creame que as veces intento comprender por onde entrou este virus da "autodestruccion". Houbo xente,nun tempo que tiña unha visión ampla do que se quería para esta cidade, agora as cousas fanse "por pálpitos".¿Como nos vamos fiar? NUNCA MAIS- Cando un político TEN UN SOÑO....xa sabe, toda esa troula: Concurso, arquitecto famoso, etc - Aparte da desfeita que se teme eu penso ¿Que se agocha detrás de todo isto?

viernes, 1 de octubre de 2021

Philippe Starck



¿Hay que entender por ese rechazo de lo 'demostrativo' una crítica a los arquitectos estrella? No soy arquitecto y además no me interesa serlo. Por desgracia, la arquitectura de hoy se inscribe en esquemas casi exclusivamente económicos y mediáticos. Los excesos son flagrantes. Hay ciudades que han establecido con ciertos arquitectos y con ciertos edificios una especie de imagen de marca, y eso... sí, pero no. Se están haciendo cosas absurdas y fatuas, sin fundamento y con unos costes inmensos, es un escándalo. No son más que grandes operaciones político-publicitarias. Hay arquitectos con muchísimo talento, y hay edificios muy divertidos... pero estructuralmente es un sistema perverso que tiene los días contados. Yo estoy a favor de otra forma de arquitectura, más humana y económica... una arquitectura casi impresionista, como la que he practicado en algunos edificios en Japón.


PARTE DE /Philippe Starck  El País Semanal