(Madrid, 1836- 1873) Pintor español. Las penurias económicas, la muerte prematura de sus padres y las primeras crisis de la enfermedad que a la postre causaría su muerte hicieron muy difícil su infancia y primera juventud. Pese a todo, se formó en la Academia de San Fernando y viajó a Roma, donde inició su carrera pictórica. Después de unas creaciones iniciales de corte convencional, en 1867 presentó en París El testamento de Isabel la Católica, su obra más conocida y valorada, con la que se consagró como un gran pintor. La novedosa concepción de la pintura histórica que muestra Rosales en dicha obra y también en La muerte de Lucrecia, fueron fruto de una búsqueda de la esencialidad del hecho histórico y sus protagonistas que está muy lejos del pintoresquismo tan habitual en este género pictórico por aquel entonces. Se le deben también paisajes y hermosos retratos de sugerente colorido.
Nació en courrieres en 1859 y murió en París en 1935. Hija de Jules Breton y sobrina de Emile Breton, ambos pintores de reconocido prestigio. A los 20 años ya ganó una medalla de oro en la exposición Universal de Amsterdam de 1883.
En 1890 se trasladó a Wissant, un pequeño pueblo en la Costa de Opalo, donde ella y su marido, el pintor Adrien Demmont, habían construído una villa, obra del arquitecto belga Edmond De Vigne, vivienda que se convertiría en monumento histórico en 1985.
Virginie se integró en la Unión de Mujeres de Pintores y Escultores en 1883. Pugnó por la entrada de mujres en la Escuela de Bellas Artes, en una época que que solo tenían acceso a una carrera los hombres, y lo consiguió en 1897. En 1894 fue condecorada con la Legión de Honor
En una primera etapa, su pintura se trataba principalmente de escenas historicas o míticas pero despues de trasladarse a Wissant mostró la vida de los pescadores y el entorno social
¿Qué
placer puede haber en cortar un árbol? Los árboles adultos de la ciudad están
siendo derribados. No sé qué placer puede haber en derribar un árbol sano.
Son
árboles con un pasado. Es su pasado lo que se derriba. ¿No creéis?
Pero
en su lugar se plantan otros nuevos. Los árboles nuevos no se caen, y no hay
que podarlos. Los árboles nuevos no molestan ni hacen daño a las personas. Los
árboles nuevos son dóciles y manejables.
La
infancia, bendito tesoro.
Los
árboles nuevos ocupan menos espacio, no levantan el asfalto y apenas hay que
regarlos.
Pero
donde esté un árbol viejo... Con todo su carbono almacenado, con toda su
anchura y toda su experiencia como ser vivo impasible...
El
árbol de la ciencia era un árbol muy longevo.
El
árbol de la sabiduría dicen que está en un psiquiátrico.
Están
plantando árboles tan exóticos que extrañan su lugar de origen al tocar la
tierra con las raíces.
Son
árboles que crecerán extrañados.
Son
árboles con las raíces breves y superficiales.
Yo
hablaba cada mañana con aquellos cedros que cortaron. Unos cedros adultos de
gran porte y muy elegantes que habían sido testigos de...
No te
cortes, sigue.
En
aquellos días de alzamiento, un puñado de fieles a la República subía desde la
Puerta del Sol tras hacer frente a los falangistas, y allí mismo, en la Plaza
de los Cedros encontraron la muerte.
Quizá
por eso los talaron. Por hablar.
O por
ser testigos.
O por
conservar la memoria.
Pero
esos cedros jamás defendieron la Cultura, no tenían por qué...
Es
igual, seguro que eran cedros rojos.
¿Por
cierto, los dinosetos hablan?
No,
ellos solo están de adorno. Como mucho, asustan a algún niño que otro.
¡Ahí
van! Ya sale la brigada arboricida a cortar árboles rebeldes. ¿A dónde...?
Me
han dicho que en la Plaza de la Princesa una vecina se ha quejado de que los
árboles no le dejaban ver las obras.
Estamos
en democracia. Cuando una vecina pide algo, ¡se le concede!
No
hay que perder un solo voto.
Este
año ganamos a New York.
¿En
arboricidas?
Allí
no hay árboles por las calles porque los edificios son muy altos y no entra el
sol.
¿Entonces
el nuevo Plan...?
La
competición es solo para llegar a ser como New York.
Ahora
entiendo lo de derribar barrios enteros para plantar urbanizaciones de new planta.
Esos
barrios estaban en mal estado.
No
hay asilo para los barrios viejos.
Y es
más caro restaurar que derribar.
Y
menos rentable.
Pero
los barrios de toda la vida son el alma de la ciudad. Sus fuentes, sus huertas,
sus casitas de toda la vida...
Absurdos
romanticismos. ¿A quién le importa una fuente o una huerta o una...?
Ahora
el alma de las ciudades son las rotondas.
En
las rotondas caben grandes e históricos barcos.
Y pantallas
redondas capaces de retransmitir en directo los partidos de fútbol.
Los
coches dan vueltas y vueltas en la tanda de penalties.
Y
magníficas paelleras de cien metros.
Son
retretes para gaviotas.
En
las rotondas también caben árboles.
¿Allí
es donde entierran los árboles que cortan?
No.
Pero
en una de las más afamadas rotondas de la ciudad han plantado árboles muy
antiguos. No todo son malas noticias.
Son bonsais
del tamaño de un árbol. Olivos milenarios arrancados de su tierra natal y podados
al estilo caniche.
¡Qué
mal gusto!
Pues
la gente en general está encantada. Porque pasear por el interior de la rotonda
entre tanto verde de maceta es un lujo.
Pasear
dentro de una rotonda viendo como pasa el tráfico rodado no tiene precio.
Y además,
no hay que barrer las hojas porque las podan al 1 antes de que sean
hojas.
Y
mucho antes de que se caigan al suelo.
¿No
serán de plástico? El verde es de maceta...
¿Los
olivos? No, esto sería una ofensa para una ciudad tan olívica. Y una burla sin
precedentes.
Mira,
¿y entonces lo de parecernos a New York cómo va?
Muy
bien. Sobre todo en lo referente a las luces de Navidad.
Uf,
menos mal. Pensé que estaba todo perdido.
Las
luces adornan mucho.
Y son
muy chulas.
Jamás
he visto luces tan alegres y llenas de optimismo.
Esas
luces nos hacen tan felices que con ellas olvidamos el resto.
Por
eso la Navidad dura cada vez más tiempo.
Las
luces de Navidad en una ciudad con mendigos son muy resultonas.
Aquí
no hay colas del hambre.
Y sobran
albergues.
El
que es pobre es porque quiere.
Durante
años hubo tiendas de campaña con gente dentro, justo enfrente del Ayuntamiento.
Eran
alborotadores resilientes que añoraban el 15 M.
Uno
de ellos murió sin conseguir nada.
¿Pero
qué pedía ese hombre?
Tenía
que haber pedido audiencia como es debido y al parecer no la pidió.
¿Y
cómo se piden las...?
Con
una palangana en la mano.
¿Y
esta Navidad qué haremos?
Lo
que todos los años, llevar a nuestros zagales a la cabalgata de reyes para que
en persona reciban su caramelo patrocinado con el logo del alcalde, y de manos
del alcalde.
Querrás
decir del Ayuntamiento.
¿No
es lo mismo?
Pero
nuestros hijos ya son mayores.
Podrían
ir de todos modos, por si en un futuro necesitan algo. Nunca se sabe.
Cierto,
hacen falta operarios, muchos operarios para cortar árboles, colocar luces,
derribar barrios, diseñar rotondas y hacer la ola al paso del emperador...
¿Qué
emperador?
Es un
decir.
Hay
que dejar la muralla visible. Hay que dejar visibles las avenidas. Hay que
dejar visibles los centros comerciales. Hay que dejar visible el océano y luego
tapar las vistas con edificios altos. Todo eso da mucho trabajo.
Y hay
que enterrar los museos de arte.
En
especial los contemporáneos.
Los contemporáneos
están politizados, ahí solo exponen artistas radicales que han convertido la
expresión artística en una aberración que ya no comprende nadie, totalmente
alejada del gusto popular.
Desde
luego.
Para
comprender es preciso esforzarse.
Yo no
pago la entrada de un museo para, encima, tener que trabajar comprendiendo.
Suelen
ser gratis.
Da
igual. La gente lo que quiere es disfrutar de la vida con libertad. Más ferias
del pulpo y puestecitos de catas de vinos, con su jamoncito y su choricito frito...
y menos...
¡Más
gaitas y menos...!
¡Más
reconquista y menos...!
¡Menos
arte!
Ay
que me meo encima.
No
hay que pasarse. El arte es algo necesario. Mira esa cruz...
¿La
cruz de los caídos?
No me
digas que no tiene su aquel.
El
aquel nunca lo tuvo.
Esa
cruz sí debería haber sido derribada, y no los pobres árboles.
No
estoy de acuerdo. Es la cruz de Cristo.
Pensaba
que era de Franco.
¿Franco
el del culo..?
¿Ya
estamos sacando a relucir batallitas de rojos y azules?
Mi
abuelo murió por culpa de esa cruz.
¿Tu
abuelo era ateo?
No.
Era maestro.
Lo
siento, no lo sabía.
Mi
abuelo quería que los niños aprendieran a respetar a los demás, a respetar la
diferencia, a respetar a los pobres y a los ricos, a los comunistas y a los creyentes,
a las plantas y a los animales. En la clase tenía un arbolario.
¡Qué teima
con los árboles!
¿Y lo
mataron por tener un arbolario?
No
exactamente.
He
leído que los árboles son la única solución realista para luchar contra la
crisis climática.
Siempre
se cortaron los árboles y nunca pasó nada.
Ahora
lo que está de moda es podar a ras de suelo. Para no tener que hacerlo cada
año.
¿Así
no sufren mucho los árboles?
Es
una operación pertinente, y se ahorra gasolina.
Las
cadenas de las motosierras no dan para cortes anuales.
Mejor
talar que podar.
Los
árboles solo deberían cortarse cuando un vecino alérgico lo pida.
Los
pólenes de los árboles son muy dañinos. Lo principal es la salud.
Especialmente
en pandemia.
En la
Gran Vía se solicitó un tranvía, no una tala salvaje.
Los
tranvías ya no se llevan. Lo que se llevan son las escaleras mecánicas y los
ascensores.
Hay
que luchar en contra de la orografía. ¿No queríamos acabar con las cuestas y
las pendientes?
Nadie
dijo eso. Las cuestas y las pendientes son la idiosincrasia de esta...
New
York es una ciudad plana, y tenemos que parecernos. El objetivo es el objetivo.
Vale.
Los
tranvías nos llevaban a la playa, cuando la playa era un arenal y un tesoro de
la Naturaleza.
Pero
que pocos sentían como suya. Por eso se construyó un envidiable paseo marítimo,
para poder disfrutar de las vistas a la vez que se pasea. Se le quita terreno a
la playa, pero la playa lo agradece.
Cierto.
Sin paseos no hay chiringuitos. Y donde esté una cervecita que se quite una
duna o cualquier otro accidente físico.
A mí
me gusta la playa pero sin rascacielos es un poco sosa.
Los
tranvías eran una maravilla. Nos llevaban a otros lugares hermosos cuando esta
ciudad era hermosa. Atravesaban con lentitud el paisaje. Su sonido era
inconfundible, en especial la campana que había que hacer sonar tirando de una
cuerda, para que el tranvía parara.
Los
tranvías y los coches no son compatibles. No pienso dejar de conducir para
dejarle sitio a esos inútiles cacharros.
Además,
ya tenemos transporte público.
Y muy
eficiente, por cierto.
¿Te
refieres a los autobuses?
¡Hagamos
túneles!
Eso
sería la mejor opción. Horadar toda la ciudad para que fluya el tráfico.
El
tráfico fluido es lo que mantiene con sangre esta ciudad.
¿No
sería mejor peatonalizar las calles?
La
mejor opción sería una buena educación pero eso es muy difícil.
El
dinero tiene que moverse para que tenga sentido. Y la obra pública es una
fuente inagotable de inversiones.
¿Los
túneles son ecológicos? ¿Qué dicen los ecologistas de los túneles?
¿Y a
quién le importa lo que digan esos chalados?
Habrá
ecologistas que opinen una cosa y otros otra.
¿Pero
adónde van a para los los humos de los coches que atraviesan los túneles?
Nadie
lo sabe, pero como dice el refrán: ojos que no ven, corazón que no siente, y
pulmones que no protestan.
Sin
los coches, esta ciudad no tendría razón de ser, insisto. Y menos en su afán de
ser como...
Esta
es una ciudad muy capitalina.
Todo
sea por los coches, y por los centros comerciales. A la ciudadanía le gusta
conducir y comprar, a partes iguales.
Han
mandado cortar unos árboles muy altos que no dejaban ver la Primavera en el
Corte...
Las
copas se metían en la ropa interior de las señoritas de los carteles y eso era
bastante indecente.
Y
ahora, esta ciudad sin árboles singulares...
Siempre
quedarán los árboles de los parques.
¿Qué
parques?
Los
parques no serían parques sin árboles. Es incongruente la tala en los parques.
A no ser que lo que se tale sea el parque.
Hay
parques de cemento armado.
¡Qué
cara más dura!
Hay
parques con aparcamientos en sus tripas, incluso hay parques que son plazas de
aparcamiento.
Pero
también hay parques de verdad, con hierba, tierra y...
Nadie
tocará los árboles de esos parques, siempre que sean árboles que no amenacen
con caerse.
Si un
árbol cae sobre una persona podría matarla.
Pero
mueren más personas intentando talar un árbol que aplastadas por azar por un
árbol que cae en medio de una tormenta.
Las estadísticas
no son relevantes.
¿Y
cómo se sabe cuándo un árbol amenaza con...?
Si
con el viento se mueve demasiado, hay que cortarlo. Si se queja con el sol, hay
que cortarlo. Si no crece recto, hay que cortarlo. Si lo pone perdido todo de
hojas en otoño, hay que cortarlo.
Mira,
ahí va otra brigada arboricida camino del chollo.
Y van
cantando.
¿Pero
qué cantan?
La
flauta mágica, de Mozart.
¿De
verdad?
La
gente les aplaude al paso.
Y
luego bailan y se ponen en la fila que acompaña a la brigada...
Al
ritmo que van, todas las brigadas arboricidas se quedarán sin trabajo. Pronto
habrá que plantar árboles de crecimiento muy rápido para tener algo que cortar
algo cuando llegue el momento.
Buena
idea, y buen negocio.
Las
serrerías municipales siempre fueron rentables.
Por
eso se privatizaron.
Como
el agua.
Y
otros servicios fundamentales.
Las
funerarias siempre fueron privadas.
Morir
es un acto privado.
Y
solitario.
A mí
me gusta mucho subir y bajar por las escaleras mecánicas. Me lo paso bomba.
Esta
ciudad es un parque temático.
¿Pero
cuántos tipos de parques hay?
Hay
parques automovilísticos, parques de bomberos...
Los
nuevos parques para los niños tampoco tienen árboles.
Para
que los niños no puedan hacer cabañas en ellos. ¿Os acordáis cuando hacíamos
cabañas en los árboles? Bastaba con encontrar un árbol frondoso y unas cuantos
palos. El resto lo poníamos con la imaginación.
¿Los
palos?
La
infancia es prodigiosa.
Pero
ahora los niños pueden jugar todo lo que quieran sin miedo a hacerse daño. El
suelo no es suelo, es una goma de colores mágicos.
Un
colchón protector.
Proteger
a la infancia es lo primero.
Una
sociedad proteccionista asegura su futuro consumista.
Cuando
la goma se pudre, la lluvia arrastra los pedacitos para llevárselos al mar y
que los coman los peces que más tarde comemos.
¡Qué
falta de conciencia!
No
podíamos dejar que los niños y las niñas siguieran haciendo cabañas en los
árboles, tal y como las hacíamos en el pasado.
Antes
no teníamos móviles. Teníamos árboles.
Si
juegan a subirse a los árboles podrían salir defensores de los pájaros.
Por
cierto, ¿Cuántos pájaros hay en...?
Quedan
muchos pájaros. De los que no anidan, todos.
¿Y de
los que anidan?
Depende
dónde hagan el nido.
Hace
poco escuché en la radio que los pájaros se habían marchado a los extrarradios
porque la vivienda en el centro era muy cara.
Tonterías,
si quisieran anidar, lo harían. Los pájaros están muy mal acostumbrados.
Por
lo visto, con la tala de los árboles se acabaron los problemas de okupas de
nidos.
Lástima,
se me había pasado por la cabeza fundar una empresa de seguridad ornitológica.
¿Y
los cruceros?
¿Qué
pasa con los cruceros?
No sé
qué relación pueden tener los cruceros con lo que estábamos hablando.
Nada.
Simplemente no imagino a toda esa gente, que durante tantos días no ha visto un
triste árbol, vagar por las calles en busca de una sombra sin poder
encontrarla.
Ahora
los cruceros ya llevan árboles dentro, para que las ciudades por donde pasan no
tengan que ponerlos.
Bueno,
¿y cuántas luces de Navidad llevamos puestas?
Millones.
Estupendo.
Pronto le ganamos a New York.
New
York siempre espera al último momento.
¿Y el
árbol de Navidad ya está puesto?
Qué
manía con denominar árbol a algo que no es más que una enorme torre de hierro
con forma de cono.
El
cono es la forma de las coníferas.
Nos
confunden con sus malditas metáforas. Si no realiza la fotosíntesis, ¿cómo va a
ser árbol?
No es
un ser vivo pero luce muchísimo.
Todo
lo que luce es importante.
Eso
ya lo dijiste.
Y
Papa Noël agradece que exista. En tan señaladas fechas va de cono en cono con
su carruaje.
Papa
Noël es un cuento.
Ya.
¿Entonces quién pone los regalos?
El
alcalde.
En
fin. No quiero resultar pedante pero lo cierto es que sin árboles no hay vida.
Eso
mismo decían de las abejas, y mira, ahora casi toda la miel no es de colmenas.
¿Entonces?
La
fabrican laboratorios chinos en MeliFeria.
En
cualquier caso, los árboles en las ciudades son importantes. Regulan la
temperatura y la humedad del aire, y combaten la contaminación.
¿Y
eso dices que es importante?
Lo
es.
Se
podría invertir en árboles. Plantar árboles por todas partes. Árboles
autóctonos. Árboles resistentes al fuego.
Árboles
que rodeen la ciudad y la abracen.
Una
muralla de robles, por ejemplo.
Los
robles protegerán a la ciudad de los incendios.
También
los robles arden.
Pero
más despacio.
Y
dentro de la ciudad, bosques urbanos.
Jardines
botánicos por todas partes.
Y
árboles frutales en los jardines.
La
fruta está por las nubes.
Árboles
en los cauces.
En
los cauces de tierra, y no de cemento.
¡Qué
barbaridad!
Podríamos
buscar setas comestibles en nuestros paseos por los bosques de las cercanías.
Estáis
delirando, la realidad es otra.
¿Y
nadie dice nada en contra de la realidad?
Sí,
algunas personas, pero sus voces no son escuchadas.
Tampoco
serviría de nada escucharlas.
La
realidad siempre tiene mayoría absoluta.
Derribar
árboles hechos y derechos no es bonito.
No
digas tonterías.
Ayer
tuve un sueño. Vivíamos en una ciudad preciosa, mucho más que esta, desde
luego. Una ciudad con tranvías, edificios con un gran valor artístico y
abundantes parques llenos de árboles.
¿Y?
Un
día llegó un caballero...
¿Montado
a caballo?
Claro.
¿Y?
Ese
caballero era un tipo corriente, nada especial, pero como corrían tiempos muy
confusos, y el caballero era muy campechano le dieron el puesto de gobernador
de la urbe.
¿Así
sin más?
En mi
sueño no había elecciones.
Vale.
Para
el puesto de gobernador estaba reservado, y desde tiempos inmemoriales, un
bastón de mando: una vara de avellano, ligera, flexible y sensible a cualquier
cambio climático. Pero al nuevo gobernador aquella vara le parecía demasiado
simple y ordenó que la donaran a un anticuario. “Esas cosas son de viejos, yo
no las necesito”, les dijo a sus súbditos.
Lo
cierto es que desde ese mismo día en que abandonara el bastón de madera de
avellano, de su alma se apoderó una extraña sensación de vacío.
El
nuevo gobernador no podía evitar vagar por la ciudad en busca de halagos.
Sufría mucho por culpa de una pena difusa, indefinida, aunque muy profunda.
Pero no quería reconocerlo, quién sabe si no sabía expresarlo.
En
esos tiempos remotos, estaban de moda los dinosaurios vegetales, y el nuevo
gobernador pensó que su primera ordenanza importante tenía que ser llenar la
ciudad de dinosaurios: los dinosaurios crecían por doquier y se hacían los
muertos en mitad de una calle. Eso sí, eran inofensivos.
Los
dinosaurios verdes aliviaron algo la sensación de vacío, pero al poco tiempo el
vacío regresó, esta vez con mucha más fuerza que antes.
Lo
intentó con las obras civiles. Mandó construir todo tipo de obras inútiles, eso
sí, adornadas con chillones y extravagantes colores, pero los colores de las
nuevas construcciones no hicieron sino aumentar la zozobra y la nostalgia...
Unas
navidades descubrió que las luces de Navidad le alegraban el espíritu. Ordenó
comprar trillones de luces fluorescentes, hizo una fastuosa inauguración y se
disfrazó de rey mago en la cabalgata de Melchor, Gaspar y Baltasar para
repartir caramelos, pero una vez terminada la Navidad, la tristeza volvió.
Lástima.
Su
tristeza le empujó a prohibir todas las manifestaciones culturales que no
fueran realmente lúdicas o cómicas. Prohibió los festivales de teatro
alternativo, los festivales de música sacra y el jazz.
¿El
jazz?
El
jazz es algo incontrolable.
Con
el tiempo se volvió un hombre receloso y excesivamente preocupado por la imagen
que daba, quizá para que nadie descubriera lo que le pasaba por dentro. Nadie a
su alrededor se atrevía a decirle que solamente él era responsable de su
desasosiego.
Bueno,
un árbol sí. Un árbol sí se lo dijo. Era un chopo ya entrado en años que vivía
en una transitada acera. Los árboles no tienen miedo a decir la verdad. O mejor
dicho: carecen de prejuicios.
“Es
un tacaño y un egoísta”, le espetó.
Al
nuevo gobernador le dio tanta rabia tener que reconocer el origen de sus
propios pesares que mandó cortar el chopo inmediatamente. Y entonces, toda la
ciudadanía rompió en aplausos, pues le tenían manía a aquel chopo feo y algo
deshojado que lanzaba copos blancos en primavera y ninguno en Navidad.
Siempre
fue muy importante la Navidad para esta ciudad.
En mi
sueño no era esta ciudad sino otra.
Perdón.
Muchos
árboles se solidarizaron con el chopo. Algunos de ellos, incluso, se atrevieron
a insultar al gobernador de tal forma que no merece la pena repetirlo aquí.
Otros, simplemente, le decían la verdad. Esto enfurecía cada vez más a aquel
hombre pues no soportaba que nadie, y menos un árbol, le pusiera un espejo
enfrente.
El
nuevo gobernador ordenó talar todos los árboles adultos de la ciudad al tiempo
que mandaba plantar otros nuevos, pues pensaba que los nuevos podrían ser
educados en el respeto hacia los gobernantes.
Ya lo
dice el refrán: árbol que no se endereza de niño, árbol que crece a su antojo.
Esta
decisión fue tan aplaudida que aquel hombre triste en el fondo, aunque en
apariencia muy campechano y dicharachero, obtuvo el título de Caballero
Arboricida.
¿Y?
Me
desperté dentro de un estado de gran confusión.
Nunca
sabremos el auténtico motivo de sus pesares.
¿Es
que no crees lo que decía el chopo?
No.
Quizá
mañana, cuando mis sueños continúen, podremos...
No
sabía que a los árboles se les pudiera educar.
Los
hay que son muy civilizados.
Tanto
que ya no son otra cosa que mascotas vegetales.
¡Pero
son tan riquiños!
Levanta
la ramita...
¡Zas!
¿Qué haces?
Preparo
las oposiciones a brigadista arboricida municipal.