Le avventure di Pinocchio es una obra literaria escrita por Carlo Collodi, un periodista y escritor italiano que nació en nació en Florencia en 1826.
H abía
una vez un carpintero llamado Maestro Cereza, era el artesano más
anciano de la región y sus arrugadas manos eran capaces de hacer
auténticas obras de arte con la madera. Pese a su avanzada edad, todos
los días el Maestro Cereza subía a lo alto del monte a talar la madera
que necesitara para hacer sus trabajos.
Una
fría mañana de invierno, Cereza encontró un extraño tocón de madera en
medio de la espesura del bosque. Tenía un color maravilloso, casi
parecía brillar. Además, frente al aspecto tosco y salvaje de los
troncos de la zona, este parecía haber sido ya pulido y tratado con
barniz.
El
anciano carpintero, lo ató a su espalda y se encaminó de vuelta a su
taller, pensando en lo maravillados que quedarían todos los habitantes
del pueblo al ver la mesa que podría tallar con esa madera tan
espectacular.stro preparó rápidamente sus herramientas y
cuando estaba a punto de cortarlo, el trozo de madera comenzó a hablar.
¡No, no me hagas daño! Por favor…
El
maestro carpintero pensó que estaba soñando, se restregó los ojos y
agarró su punzón favorito. Muy despacio, colocó la punta sobre la madera
y apretó un poquito…
¡Ay! ¡Ay! ¡No me pinches!
Asustado,
Mastro Cereza pensó que era una buena idea deshacerse de él
inmediatamente. Si se lo decía a alguien, pensaría que estaba loco, así
que la dejó encima de la mesa y se puso su abrigo para salir a tomar el
aire, nada más abrir la puerta ¡pum! chocó de bruces con su vecino
Geppetto, que estaba en la puerta.
El
barrio donde ambos vivían era el lugar donde trabajaban y habitaban
todos los artesanos de la madera, allí había carpinteros, ebanistas,
zapateros… Geppetto hacía zapatos y marionetas y esa mañana había
acudido al Maestro Cereza para contarle un nuevo proyecto que tenía en
mente…
¡Quería
hacer una marioneta! pero no una cualquiera, su títere sería el más
grande de la ciudad, casi del tamaño de un niño de verdad.
Entonces,
el Maestro Cereza vio la oportunidad de deshacerse de ese tronco de
madera tan extraño, se lo regaló a Geppetto y este, loco de contento,
volvió a casa con el trozo de madera bajo el brazo, pensando en el
nombre que le pondría al títere: «¡Lo llamaré Pinocho! » «¡Ese nombre le
traerá suerte!»
Cuando llegó a su taller, empezó a tallarla, pero de repente…
«¡Ay, me haces daño! » dijo el trozo de madera…
Para
su sorpresa, la pieza de madera estaba hablando a Geppetto. Por
imposible que parezca, el hecho de que ese trozo de madera hablara, no
le resultó inquietante… cogió un paño, le paso un poco de barniz por
encima y le dijo, tranquilo, voy a tallarte muy despacio, no vas a notar
más que unas cosquillas.
El buen hombre, entusiasmado, continuó su trabajo: primero modeló la cabeza, el pelo y luego los ojos, que inmediatamente comenzaron a mirarlo. Acababa de hacer la nariz cuando una fría mano de madera le quitó las gafas.
El buen hombre, entusiasmado, continuó su trabajo: primero modeló la cabeza, el pelo y luego los ojos, que inmediatamente comenzaron a mirarlo. Acababa de hacer la nariz cuando una fría mano de madera le quitó las gafas.
Sin ellas, Geppetto no veía nada y tan solo podía escuchar las risas que salían de la marioneta.
Geppetto,
con lágrimas en los ojos, exclamó: «¡Qué hijo tan travieso! ¡No te he
terminado todavía y ya estás empezando a hacerme reír »
Estuvo
trabajando toda la noche sin moverse del sitio, al día siguiente, había
una marioneta del tamaño de un niño sentada en la mesa de trabajo.
El
amable zapatero trató de enseñarle a caminar. Pinocho, con las piernas
estiradas, dio un par de pasos torpes y poco después comenzó a correr
alrededor de la habitación y Geppetto detrás, sin poder alcanzarlo,
hasta que el títere abrió la puerta salió a la calle.
Geppeto
trató de cogerle, pero Pinocho corrió más rápido que él y aunque el
pobre zapatero no paraba de gritar: «¡Detente! ¡No corras! » la gente se
reía de la escena y nadie le ayudaba.
Afortunadamente, un soldado, después de oír los gritos puso la zancadilla a Pinocho, que tropezó y se calló al suelo.
¡Te voy a tirar de las orejas! » dijo el soldado. ¿Has robado a este anciano?
Pinocho,
muy asustado no hablaba, solo miraba con esos enormes ojos a su
fatigado padre. Geppetto, igual de asustado que Pinocho pidió disculpas
al soldado, le dijo que era solo un juego y que no volvería a pasar. Así
que el soldado, dejó irse a Geppetto y a Pinocho, no sin antes tener
que escuchar una buena reprimenda.
El
títere abrazó a su padre: «¡Me portaré bien, te ayudaré en el taller,
iré al colegio y seré el que mejores notas saque! » exclamó feliz.
Geppetto, conmovido, respondió: «Te agradezco tus buenas intenciones, pero ni siquiera tenemos dinero para comprar los libros».
Ambos volvieron caminando hacia el taller en silencio… Empezaba a nevar.
Una
mañana, Pinocho estaba adormilado cuando escuchó un ruido en la puerta.
Alguien trataba de abrir desde fuera. Pensando que eran ladrones,
Pinocho se asomó por la ventana y allí vio a su padre, tiritando de frío
mientras sujetaba una bolsa de tela con una mano y con la otra trataba
de abrir el portón del taller.
- «¿Qué hay del abrigo, papá?»
- «¡Lo vendí!»
- «¿Por qué lo vendiste?»
- «¡Porque a mis años no me hace falta tener abrigo!» y entonces sacó un viejo libro de la bolsa de tela.
Pinocho saltó al cuello de Geppetto para besarle… ¡Había vendido su abrigo para comprar libros! Ahora podría ir al colegio.
El
invierno llegó a su fin, había dejado de nevar y Pinocho, con el nuevo
programa de estudios bajo el brazo, se fue a la escuela lleno de buenas
intenciones.
«Hoy quiero aprender a leer, mañana quiero aprender a escribir y pasado mañana aprenderé a hacer cuentas. Entonces haré algo de dinero y compraré una nueva chaqueta a Geppetto. Se lo merece.»
«Hoy quiero aprender a leer, mañana quiero aprender a escribir y pasado mañana aprenderé a hacer cuentas. Entonces haré algo de dinero y compraré una nueva chaqueta a Geppetto. Se lo merece.»
Su
fantasía fue interrumpida por el repentino sonido lejano de una
orquesta callejera y Pinocho, olvidando la escuela, se encontró en una
plaza llena de gente que se apiñaba alrededor de una pequeña tienda de
telas de colores brillantes.
- «¿Qué es ese espectáculo ? » Preguntó a un niño pequeño.
- «¿No sabes leer? ¡Es el Gran Teatro de Títeres! «
- «¿Cuánto cuesta entrar?»
- «Cuatro monedas» El otro, contestó.
- «¿Quién me da una moneda por este libro? » preguntó a Pinocho en voz alta mientras sacaba su libro de matemáticas de la bolsa.
Un recolector de papel compró todos los libros de Pinocho y así pudo entrar en el teatro. Pobre Geppetto, sus sacrificios habían sido en vano.
En
cuanto entró en el teatro, uno de los títeres que se movía en la escena
se dio cuenta de su presencia y empezó a gritar: «¡Ahí está Pinocho!
¡Ahí está Pinocho!»
«¡Ven aquí! ¡Ven con nosotros! ¡Hurra, Pinocho, nuestro hermano! » empezaron a gritar todos los títeres a coro.
«¡Ven aquí! ¡Ven con nosotros! ¡Hurra, Pinocho, nuestro hermano! » empezaron a gritar todos los títeres a coro.
Pinocho subió al escenario y comenzó a bailar torpemente al ritmo de la música.
Entonces
salió Florencio, el titiritero, un hombre grande y aterrador que solo
se quería a sí mismo, con los ojos fijos en Pinocho «¿Qué pasa aquí?
¿quién eres tú?»
Florencio
quedó maravillado al ver a Pinocho… Estaba acostumbrado a conseguir
todo lo que quería, sabía que con dinero podía comprar cualquier cosa, y
el dinero era lo único que le importaba… ¡Una marioneta que habla! eso
era algo que ningún otro titiritero del mundo tenía
Pronto imagino el gran caudal que acumularía si, ese niño de madera trabajaba para él. Ya se imaginaba recorriendo el mundo…
PASEN Y VEAN A PINOCHO, EL NIÑO DE MADERA
¡Tenía gancho!
No, no, mejor…
PINOCHO LA MARIONETA HUMANA
Ahhhh, su espectáculo sería galáctico…
Pero
Florencio era muy listo, sabía que si alguien lo reclamaba, su
espectáculo se echaría a perder. Así que sentó a Pinocho en un taburete y
le ofreció ricos dulces y comida abundante. Nunca Pinocho había visto
tanta comida y tan rica, así que empezó a comer y comer hasta que no
pudo más. Después, Florencio le ofreció una cama ¡era tan grande y
mullida!
Pinocho se quedó dormido enseguida.
Pasaron
las horas y Pinocho dormía a pierna suelta, mientras tanto el
titiritero, a toda prisa había recogido su espectáculo y ya hacía horas
que cabalgaba en su carruaje campo a través. Quería alejarse del pueblo
donde vivía Pinocho antes de que nadie pudiera venir a por él.
Pinocho
se despertó con mucha sed, en mitad de la noche. Se asomó asustado por
una apertura de tela y vio la espesura de la noche en el bosque.
Entonces empezó a sentir un miedo enorme al sentirse tan lejos de su
casa y sobretodo al pensar en el susto que tenía que tener Geppetto al
ver que no había vuelto del colegio.
¿Que quería hacer Florencio con él?
Pasaron
un par de horas más y el carruaje paró. Florencio se asomó a ver si
Pinocho seguía dormido, y este, muy listo, hizo como que roncaba.
Entonces Florencio se descalzó, dejó su sombrero en un clavo del techo y
se echó a dormir.
Al
rato, Pinocho salía muy despacio por el agujero que quedaba entre las
telas del carruaje, una vez toco el suelo, echó a correr sin mirar atrás
en dirección a su pueblo. Iba de camino a casa a toda prisa, cuando se
encontró con un gato medio ciego y un zorro cojo y no pudo resistir la
tentación de pararse a hablar con ellos.
Cuando
los dos escucharon su historia, entendieron que les había tocado la
suerte. Una marioneta que hablaba les sacaría de pobres y pensaron que
si eran más listos que el titiritero, engañarían a Pinocho y ser harían
de oro.
Le
dijeron a Pinocho que no podía presentarse en casa sin un regalo. Si
quería que Geppetto le perdonara, debería ofrecerle algo que le hiciera
olvidar el cabreo.
«Conocemos un campo de cultivo mágico»
- «¡Pero eso no es posible! » Preguntó Pinocho, asombrado.
- «Te lo explicaré «. dijo el Zorro.
- «En la tierra de la Lechuza Común hay un campo llamado por todos «Campo de los Milagros», donde si pones una moneda de oro en un pequeño agujero, al día siguiente encuentras un hermoso árbol lleno de nuevas monedas!
Pinocho,
ingenuamente, se dejó convencer por los dos falsos amigos y terminó en
«La taberna del Gamberro» para celebrar su encuentro y su futura
riqueza.
Después de comer y un breve descanso, todos deberían reunirse a medianoche para llegar al Campo de los Milagros, pero Pinocho, despertadopor el posadero se había dejado engañar de nuevo… ¡Cómo iba a ser posible ese invento que decían! Querían engañarle igual que el Titiritero.
Después de comer y un breve descanso, todos deberían reunirse a medianoche para llegar al Campo de los Milagros, pero Pinocho, despertadopor el posadero se había dejado engañar de nuevo… ¡Cómo iba a ser posible ese invento que decían! Querían engañarle igual que el Titiritero.
Aprovechando
el silencio que había en la taberna, Pinocho salió por una ventana y
entonces «¡pum!» el tabernero le agarró por la pierna.
¡A dónde te crees que vas! ¿querías irte sin pagar eh?
Asustado,
Pinocho trató de explicarle lo que pasaba, pero el tabernero, un hombre
muy bruto no entendía nada, y pensaba que Pinocho quería engañarle. Los
gritos que daba el tabernero llegaron hasta la sala principal, donde
estaba sentado un famoso director de Circo que recorría la comarca en
busca de rarezas extraordinarias.
Intrigado por la discusión, el Maestro Lui se asomó a la cocina, donde el tabernero zarandeaba a Pinocho mientras le gritaba
Los tres que presenciaban la escena quedaron atónitos, primero Pinocho que se tocaba su nariz larga y puntiaguda mientras bizqueaba los ojos. Después el tabernero que asustado, pensó que algo así solo podía ser obra de brujería y decidió perdonar la deuda y dejarlo ir… Y por último el Maestro Lui, que vio en aquella rareza la pieza principal de un nuevo espectáculo para su circo.
¡O me pagas o te llevo ante tu padre de la oreja!
Entonces,
viendo Pinocho que la única forma de escapar era engañar al tabernero,
dijo «Yo no tengo padre» y como por arte de magia, la nariz de Pinocho
comenzó a crecer…Los tres que presenciaban la escena quedaron atónitos, primero Pinocho que se tocaba su nariz larga y puntiaguda mientras bizqueaba los ojos. Después el tabernero que asustado, pensó que algo así solo podía ser obra de brujería y decidió perdonar la deuda y dejarlo ir… Y por último el Maestro Lui, que vio en aquella rareza la pieza principal de un nuevo espectáculo para su circo.
Así
que el Maestro Lui sigue de cerca a Pinocho por las calles, trata de
esperar el momento justo para acercarse a él, cuando de pronto su nariz
queda enganchada en una alcantarilla y por más que tira hacia atrás es
incapaz de liberarse. El Maestro Lui, entiende que es el momento ideal,
se acerca por detrás a Pinocho y le dice, tranquilo, yo te ayudaré a
escapar.
Pinocho
se queda embaucado por el aspecto de ese hombre, lleva un largo
sombrero de terciopelo morado, una chaqueta muy elegante del mismo color
y un bastón de oro. Con sus guantes blancos, agarra la nariz de Pinocho
y tira fuerte hacia un lado y luego hacia otro.
Pero
no había forma, la nariz de Pinocho estaba metida en aquella
alcantarilla. Entonces el Maestro Lui le dijo «Hará falta un poco de
aceite,quédate aquí mientras voy a buscarlo» Pinocho no tenía otra
opción, así que asintió como pudo y se quedó mirando como aquel hombre
se alejaba con su bastón.
Pasaron
los minutos y de la alcantarilla, Pinocho escuchó una voz «Deberías
salir de aquí cuanto antes Pinocho, Geppetto te está buscando»
Pinocho
no sabía si estaba soñando, pero aquella voz, venía de un pequeño
grillo verde que le miraba desde el interior de la alcantarilla.
- ¡Qué dices! ¿Quién eres tú?
- Soy Pepito, tu conciencia y estoy aquí para ayudarte a ir por el buen camino.
- ¡Que tontería! Un grillo que habla, menuda estupidez.
- Pinocho… ¿no eres tú una marioneta parlante?
¡No, yo soy un niño de verdad!
En
esta discusión se encontraban, cuando el Maestro Lui apareció de nuevo
con una botellita de aceite, sin mediar palabra, echó unas gotas sobre
la nariz de Pinocho y tiró de él. Así Pinocho quedó libre, pero no tuvo
la mínima ocasión de escapar, ya que Lui lo agarró fuerte de las piernas
y lo metió en un saco.
«Ahora trabajarás para mi, te he salvado la vida» decía Lui mientras reía…
En la oscuridad del saco, aquel grillo apareció de nuevo…
«Pinocho, debes hacer el bien, tu actitud desobediente no te está llevando por buen camino»
Pero Pinocho no tenía ganas de escuchar charlas, así que Pepito volvió a desaparecer.
Pasaron
los días y Pinocho tenía que trabajar en el circo de Lui, era una de
las atracciones principales, ya que había aprendido que si decía una
mentira, su nariz crecía rápidamente y eso era muy divertido para el
público que venía de todas las comarcas del país a ver semejante
espectáculo.
Pronto,
la voz corrió hasta el pueblo en el que un triste Geppetto seguía
tallando zapatos… Geppetto estaba decidido a encontrar a Pinocho y una
noche tuvo un sueño… Un hada se sentaba en los pies de su cama y le
decía
«Pinocho
es puro de corazón, pero no hace caso a su conciencia, si consigues que
aprenda a diferenciar el bien del mal, te concederé lo que ambos
queréis y Pinocho cambiará la madera por la carne y el hueso»
Geppetto
despertó agitado, sudando y con los ojos muy abiertos. No sabía si
aquello había sido un sueño, pero estaba decidido a encontrar a Pinocho…
Vendió todas sus herramientas, su taller y hasta la cama. Con ello
alquiló un burro y guardó unas cuantas monedas para poder pagar por la
libertad de su hijo de madera.
Se
puso rumbo a la lejana comarca en la que Pinocho estaba, pero siempre
que Geppetto aparecía, el circo se acababa de marchar de la zona y tenía
que volver a buscarlo.
Con
el tiempo, Pinocho iba cayendo en la más absoluta de las tristezas… ¡Si
hubiera sido bueno, si hubiera ido al colegio ese día…» Esta tristeza
era peor todavía cuando se acordaba de Geppetto… Su padre, pobre y solo,
qué pensaría de él… Con el tiempo, Pinocho comenzó a atrofiarse… Sus
ágiles extremidades de madera se estaban agarrotando por la pena y poco a
poco empezaba a perder movilidad… Volvía a ser un tocón de madera.
Un
día, el Mestro Lui apareció en el cuarto donde dormían Pinocho y otros
tantos… Le señaló con el dedo y un hombre muy bajito que estaba detrás
de Lui dijo «Te doy 10 monedas por él» Lui asintió y el pequeño
hombrecillo se acercó a Pinocho frotándose las manos…
Era
un fabricante de juguetes de un país lejano. En su colección tenía todo
tipo de raras muñecas y muñecos… ¡Pero uno que hablase! Eso nadie lo
había visto. Ató de pies y manos a Pinocho y lo llevó colgando del lomo
de una mula dirección al puerto. Allí les esperaría un enorme barco que
cruzaría el mar durante días para llegar a la otra punta de la tierra,
donde Pinocho sería parte de la enorme colección del coleccionista.
Mientras
la mula cargaba con Pinocho, de su bolsillo aparecieron las diminutas
antenas del grillo Pepito que empezó a trepar con dificultad por la ropa
de Pinocho hasta ponerse sobre su pecho, lo agarró de la nariz y muy
serio le dijo:
«¡Ahora
me vas a escuchar! Geppetto lleva días buscándote, creo que has
aprendido la lección, es hora de que valores lo que tienes, si no lo
haces y te sigues portando mal, te seguirán tratando mal ¿lo has
entendido?»
Pinocho
asintió con la cabeza, no supo que decir. Pepito el grillo de la
conciencia chasqueó los dedos y las cuerdas que ataban a Pinocho
desaparecieron. Ahora solo hacia falta encontrar el mejor momento para
salir del saco…
Pero ya era demasiado tarde.
Un incipiente olor a pescado empezó a entrar a través del tejido del saco… Estaban subiendo al barco.
Mientras
tanto, un fatigado Geppetto salía a toda prisa del circo del maestro
Lui, había conseguido localizarle después de mucho tiempo, pero para
cuando había llegado, hacía un día que Pinocho se había ido con el
fabricante de juguetes. Por mucha prisa que se diera, jamás alcanzaría
el barco. Cuando llegó al puerto, vio que hacía unas horas el barco
había zarpado y se alejaba en el horizonte.
Por
un momento, Geppeto estuvo a punto de rendirse, pero sabía que debía
seguir a aquel barco hasta el fin del mundo. Encontró a un pescador que
llegaba de faenar en un pequeño bote de madera, le dijo que si le
prestaba el bote unos días, que a cambio podía quedarse con la mula para
ir a vender el pescado. Este aceptó, mirando con extrañeza al anciano
zapatero que se metía a toda prisa en el bote y comenzaba a remar detrás
del gigante barco.
Pasaron
los días y Pinocho no había siquiera intentado salir del saco, estaba
tan triste por no volver a ver a Geppetto que ni se había dado cuenta de
que sus pies estaban empezando a convertise en un tronco de nuevo. Una
noche, en pleno altamar, un hada apareció dentro del saco, le dijo:
«Pinocho, se que eres bueno, veo luz en tu corazón, no te rindas… Tu padre está al llegar»
Del
susto que se pegó, Pinocho rodó varios metros por la cubierta, metido
en el saco, hasta chocar contra la barandilla de la parte trasera del
barco. Quiso ponerse de pie, sacar la cabeza por el saco y respirar,
pero casi no tenía fuerzas… Al final se caía una y otra vez, por lo que
dejó de intentarlo. De pronto, en su cabeza empezó a escuchar.
«Pinoooochoooo»
«Piiinoooochoooo»
Otra vez ese pesado de Pepito, pensó. Pero no, la voz venía de la lejanía… Una pequeña sombra que flotaba entre las aguas.
Al
reconocer la voz de Geppeto, Pinocho saco fuerzas de donde no le
quedaban y consiguió romper el saco. Se desplazó como pudo por la
cubierta y vio que al otro lado, un pequeño hombre se agarraba a los
restos de lo que debió ser un bote, destrozado por las tormentas y el
oleaje.
¡Era Geppetto!
Pinocho
no lo dudó y se tiró al agua para salvarle. Pero no sabía nadar, así
que poco pudo hacer más que cansarse moviendo una y otra vez los brazos…
Las olas jugaban con ellos, les movían hacia un lado y hacia otro,
hasta que de pronto.
¡BOM!
Todo se hizo oscuridad…
Pinocho pensó que era el fin. Solo pudo decir una palabra:
«Papá»
Se
hizo el silencio más absoluto, pasaron días, horas o minutos, nadie
puede saberlo, y de pronto, una luz comenzó a moverse enfocando a los
ojos a Pinocho. Este despertó asustado y… ¡Papá! ¡Era Geppetto! ¿pero
dónde estaban? Padre e hijo habían sido tragados por una gigantesca
ballena. Ahora tenían que pensar como escapar de allí, pero por lo
menos, después de mucho tiempo, estaban juntos.
Pasaron
algunos días allí, tiempo que aprovecharon para hacer las paces,
Pinocho había pedido perdón a Geppetto más de mil veces, y este le había
perdonado de verdad. Un día, Pinocho tuvo una idea. Trepó cuanto pudo y
comenzó a hacer cosquillas a la ballena. Esta, no pudo soportar el pico
y estornudó con toda su fuerza… Expulsando así a Geppeto y a Pinocho a
tan solo unos kilómetros de la costa.
Pero
había un gran problema, ninguno de los dos sabía nadar, aunque por
suerte, Pinocho, al ser de madera flotaba y Geppetto se agarraba a él
para mantenerse a flote.
Pinocho
sabía que su anciano padre no podía hacer más por salvarlos, así que
con todas sus fuerzas comenzó a mover las piernas, pese a que le costaba
mucho esfuerzo ya que a penas tenía movilidad. De pronto, el hada que
se había aparecido a Geppetto y a Pinocho en sueños, salió de las aguas.
«Pinocho,
has demostrado tener buen corazón. Geppetto, el amor de tu hijo es
real.» y con un movimiento de varita, les rodeo de una especie de polvo
brillante. Se parecía al serrín que quedaba cuando Geppetto tallaba la
madera. Ese serrín mágico les llevó de vuelta al monte que quedaba cerca
de su pueblo, el mismo lugar en el que el Maestro Cereza había
encontrado aquel extraño tocón de madera.
Al
caer sobre el suelo, cada mota de polvo dorado se convirtió en una
moneda. Había dinero suficiente para poder volver a empezar. Pinocho y
Geppeto compraron una casa, un taller, ropa y libros. Este empezó a ir
al colegio y a sacar muy buenas notas. Geppetto trabajaba haciendo
marionetas que pronto se hicieron famosas en toda la comarca, y hasta el
rey quiso tener una marioneta de Geppeto, pero eso es otra historia