lunes, 1 de junio de 2020

Manuel Quintana Martelo


( Roxos, Santiago de Compostela, 09/12/1946 )
Artista de personalidad muy firme, es mucho más conocido fuera de Galicia que en su país de origen, ya que es un viajero constante. 


Hijo de un jurista, comenzó estudios de Ingeniería técnica, que le han dejado un poso de rigor estructural en sus impecables diseños. Igualmente hizo estudios de cine, que abandonó. Cursó la carrera superior de Bellas Artes en la Escuela San Jorge de Barcelona. Inmediatamente destacó y en la ciudad condal le fue concedida una de las preciadas becas de la Dotación de Arte Castellblanch, con la que residió en Londres largo tiempo.


 Sus exposiciones personales comenzaron en 1969. En los años ochenta se vinculó al grupo «Atlántica», en el que constituyó una aportación importantísima, porque acusaba una formación rigurosa que no impedía alardes innovadores en su expresión plástica. Su obra ha sido llevada a numerosas ciudades de Europa y a Estados Unidos, donde, en Nueva York, es uno de los valores jóvenes gallegos más considerados, junto al escultor Leiro y otros.


 Participó en las Bienales de Pontevedra y en acontecimientos colectivos organizados por la Xunta de Galicia. Está representado en museos de Galicia y en colecciones institucionales. Quintana Martelo, dibujante magnífico, es un informalista razonante, casi cartesiano, que domina el oficio en todas sus facetas. Precisa, habitualmente, de grandes dimensiones para expresarse, y contabilizan los espacios como vacíos para inscribir sus figuras, que aparecen abocetadas en parte o minuciosamente acabadas. 


A veces se acerca al neo expresionismo. Sus obras no responden nunca a modos convencionales. Parece que sus cuadros no están acabados; que todo es improvisación dentro de la máxima frescura y economía de medios. Y sin embargo, todo está meditado, razonado, aquilatado al máximo, de manera que la facilidad aparente es fruto de un largo proceso creativo. Con frecuencia hay referencias numéricas y códigos semióticos insinuantes en sus lienzos, de cromatismo sobrio, en grises, ocres, sienas. Si aparece la figura humana, los alardes de escorzo, la calidad de un detalle ocasional confirman el gran dibujante que es, con amor al Renacimiento y con un insinuado barroquismo implícito que llega a exteriorizarse.

Afundación

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