sábado, 10 de junio de 2017

¿CERRAR LAS PIERNAS O LEVANTAR EL CULO?


La campaña contra los hombres que se sientan con las piernas abiertas en el metro me parece completamente absurda. Absurda, teniendo en cuenta que, en toda la red de transporte público, desde hace décadas, no se respetan los asientos preferentes, ni existe algún tipo de diversificación en el uso de ascensores. Esta situación parece común en multitud de países de todo el globo. La juventud, ¡la Sociedad en conjunto!, cada vez es más egoísta e incapaz de ponerse en el lugar del otro, metafórica y físicamente.
Por lo tanto, criticar esta actitud -con la que tampoco comulgo, obviamente- es como quejarse de lo malhablado que es un pirómano que está quemando un bosque. No somos capaces de ver un bosque en llamas -jóvenes y adultos enfrascados en sus interesantes soliloquios auriculados o en sus conversaciones cibernéticas manteniendo sus posaderas cómodas y calientes mientras que a su lado, a duras penas se mantiene de pie un viejo de noventa años, una embarazada de ocho meses, o cualquier persona con movilidad reducida- y mientras, criticamos, cómo no, a los fuegos artificiales.


Para los amantes de argumentos manidos tales como “una cosa no quita la otra” les diré, sencillamente: sí, amigo. Una cosa sí quita la otra. Mientras dirigimos nuestra mirada a la una, la otra permanecerá en el olvido. Como así ha sido durante décadas. Personalmente me puse en contacto con la red de metro de Madrid para sugerirles una campaña dirigida a concienciar a los usuarios a respetar los asientos preferentes y usar de manera responsable el ascensor. La respuesta fue una poco original y desafortunada negativa. Ahora el metro de Madrid “vuela” contra las piernas abiertas. 



Mientras tengo que soportar esta absurda campaña (absurda no por el objeto de crítica, sino por lo que margina, una realidad mucho más indignante que a día de hoy parece invisible), imagino que tendré que seguir esperando para entrar con el carro en el ascensor a que se acomoden, delante de mí, docenas de jóvenes cuyas piernas parece que no pudieran soportar subir unas simples escaleras, u observar a mi mujer embarazada sostenerse de pie junto a un estudiante de máster, quizá en sociología, que, sentado, ni se inmuta de su presencia. Eso sí, si tiene la fortuna de encontrar un asiento disponible, preferente o no, dispondrá de todo el espacio para ella sola.
No, no es conciencia social, ni capacidad crítica. Es una moda. Es manipulación, pura y dura. Pasen, señores, continúen mirando el árbol que no os deja ver el bosque, y tengan cuidado con no introducir el pie entre coche y andén. Qué país, señores, qué país.

 

Israel Gajete Dominguez

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