viernes, 8 de diciembre de 2017

"Creemos en el respeto por la expresión creativa"

                                                       

                                                  'Teresa soñando' (1938), de Balthus

“Las artes visuales son uno de los medios más importantes que tenemos para reflexionar a la vez sobre el pasado y el presente, y esperamos motivar la continua evolución de la cultura actual a través de una discusión informada y de respeto por la expresión creativa”

Una señora, Mia Merrill comenzó una petición de firmas para que sacaran un cuadro del museo Metropolitano  de Nueva York (MET). Una niña sentada, en una sugestiva pose sexual, si la vemos desde el punto de vista de un hombre. El museo se niega a retirar la pintura a pesar de las más de ocho mil firmas. Refiriendonos a la decisión del museo, Ken Weine dijo: "Momentos como este ofrecen una oportunidad para conversar, y el arte visual es uno de los medios más significativos que tenemos para reflexionar sobre el pasado y el presente y fomentar la evolución continua de la cultura existente a través de una discusión informada y respeto por la expresión creativa".


Ya no es un misterio cómo este tipo de regresión se nos está yendo de las manos hoy. Lo estamos experimentando desde hace tiempo. Cada vez más personas parecen haber encontrado una razón para vivir,   "informar sobre nuestras publicaciones" "demasiado atrevidas". De repente, el mundo parece haber caído en una especie de miedo medieval que se centra principalmente en el arte y la sensualidad  de algunos de sus sujetos. Es innecesario subrayar una vez más cómo ciertas crecientes brechas culturales están en el centro de este caos. Estamos cada vez más convencidos de que la censura de estos días no es más que el símbolo de una de las actitudes cerradas más peligrosas de todos los tiempos. 

Hace casi un siglo que murió el pintor austríaco Egon Schiele, pero su arte, cargado de erotismo  todavía agita las mentes puritanas. Una serie de anuncios que mostraban los cuerpos gráficamente contorsionados de Schiele  no pasó  los ojos críticos de quienes venden espacios publicitarios en Gran Bretaña y Alemania. Las obras de arte debían ser tapadas.
 Tal y como vamos, en este mundo de "meapilas", estoy segura que en este momento alguno pidiera el destierro de LA MAJA DESNUDA.

Ahora vamos a BALTHUS, el autor del polémico cuadro del MET...

Balthasar Klossowski de Rola, París 1908-Suiza 2001

Picasso fue el primer comprador de una de sus obras.  El era un noble aristócrata polaco heredero de una fortuna.  Su primera esposa Antoinett von Wattenwyl lo abandonó, furiosa de verse retratada en las paredes de las casas de sus amigos. En un viaje a Japón, Balthus conoció a Setsuko Ideta, la contrató como ayudante  y acabó como esposa.

Su pintura pasó desapercibida en las primeras exposiciones, hasta  que les llamó la atención a  unos amigos del director del MET y a Giacometti. Era el momento que el arte estaba siendo sometido a examen y cuestionado por los surrealistas, la muerte de la pintura, pregonada por Bretón lo hundió, agujero del que no salió hasta los años 60, para tomar la dirección de la academia francesa en Roma. 


A lo largo de su carrera, Balthus rechazó las convenciones habituales del mundo del arte.
El gran talento de Balthus como pintor era hacer parecer un cuerpo simultáneamente etereo y sólido, un truco que aprendió del pintor renacentista Piero della Francesca, de sus vírgenes columnares y sus ángeles.

En sus tiempos de juventud, Balthus, era provocador, controvertido, polémico. Incluso llegaron a llamarlo "el Freud de la pintura", y es que es el heredero de la tradición de un extenso linaje de pintores voyeurs que llegaron antes que él: Boucher, Ingres, Degas, Toulouse-Lautrec, Bonnard. Y hasta ahí es del todo tolerable, pero como Freud, Balthus, descorre las cortinas para dejarnos frente a frente con una verdad profunda y aterradora de nosotros mismos. Salen a la luz aquellas escenas de intimidad que debieron permanecer en el reino de lo privado. Hablamos de la metamorfosis del cuerpo y del ser femenino. De retratos de pubescentes que despliegan, inocentes, un erotismo excepcional. Hablamos de ritos de iniciación que marcan el paso de la infancia al dominio adulto.
 


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