Era un oso enorme. Secundino recuerda tembloroso como el animal lo empujó y como pudo huir ayudado por su perro.
El chucho distrajo al oso mientras Secundino rodaba por el suelo y a gatas consiguió largarse.
«Estaba a menos de un metro y me planté ante él porque no había otra solución. Le di en la cabeza con el palo que llevaba yo en la mano, pero me empujó y me tiró al suelo. Me quedé un poco aturdido, me alejé de allí rodando y yendo a gatas, hasta que estaba a cien metros no volví la cabeza para atrás. El perro me salvó porque se quedó allí y el oso se quedó con él, luego el perro vino ya hacia mí y ya no vi al oso»
Secundino, hombre soltero, dice que no es capaz de probar bocado desde entonces pero que seguirá paseando por el monte pero que tomará precauciones.
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