En 1942, en el apogeo de su fama, Augustus John predijo: "dentro de cincuenta años seré conocido como el hermano de Gwen John". De hecho, Gwen John (1876 - 1939) ahora es reconocida como una gran innovadora artística aunque durante mucho tiempo permaneció olvidada.
Durante
muchos años, la artista Gwen John fue eclipsada por su hermano
Augustus, tanto por su personalidad abrumadora como por su obra grande,
audaz y algo extravagante. Hoy
en día, ese ya no es el caso, con la obra de Gwen como una parte
firmemente establecida, no solo del arte británico, sino del francés, y
particularmente del arte parisino. La
apasionada historia de amor de Gwen John con el escultor Auguste
Rodin, ella la ha descrito como el momento más feliz de su vida.
Gwen estudió en la Slade School of Art de Londres en los últimos años del siglo XIX, luego hizo una vida bohemia en París (desde aproximadamente 1898 hasta 1910). Se sostenía haciendo de modelo para artistas mientras creaba pinturas de gran brillo técnico, explorando las cualidades tonales del color de una manera casi científica. Obsesionada con Rodin y concentrada en su trabajo, exasperaba a su familia y amigos por su excéntrica forma de vida: gastaba dinero en pinturas y golosinas para su gato mientras vivía de nueces y frutas. En las calurosas noches de verano, a Gwen le gustaba colarse en los jardines de Luxemburgo y dormir entre los árboles con su amado gato, Tiger.
Gwen estudió en la Slade School of Art de Londres en los últimos años del siglo XIX, luego hizo una vida bohemia en París (desde aproximadamente 1898 hasta 1910). Se sostenía haciendo de modelo para artistas mientras creaba pinturas de gran brillo técnico, explorando las cualidades tonales del color de una manera casi científica. Obsesionada con Rodin y concentrada en su trabajo, exasperaba a su familia y amigos por su excéntrica forma de vida: gastaba dinero en pinturas y golosinas para su gato mientras vivía de nueces y frutas. En las calurosas noches de verano, a Gwen le gustaba colarse en los jardines de Luxemburgo y dormir entre los árboles con su amado gato, Tiger.
Era
atrevida y muy original, vivía con determinación a su manera.
Desafiante pero tímida, pintó y modeló en medio de los círculos bohemios
del París de principios del siglo XX y se embarcó en una larga e
intensa historia de amor con la figura artística más legendaria de
Francia, el escultor Rodin.
Tal
vez fue la abrumadora personalidad de Rodin, y su arte audaz lo que
atrajo a esta mujer, o tal vez fue su amabilidad cuando se conocieron.
No cabe duda de que ambos se sintieron atraídos el uno por el otro en
ese primer encuentro cuando Gwen se ofreció como modelo. Rodin estaba
encantado con lo que vio. Gwen era una candidata ideal y parecía más
grande sin ropa, con buenas piernas y cuello. Era ágil y atlética, capaz de moverse rápidamente y mantener poses inusuales. Nunca antes había conocido a una modelo como Gwen: una modelo que también era artista, con un hermano que era artista. Rodin
le pidió que se pusiera la ropa y se presentara a trabajar a la mañana
siguiente.
Rodin había recibido el encargo de la Sociedad Internacional de Londres
de crear un monumento a Whistler, y Gwen iba a ser la musa que lo
inspirara.
Gwen
disfrutaba desnudándose para Rodin, disfrutaba estar desnuda frente a
él, mirándolo mientras la modelaba en arcilla. Cada mañana, antes de que
llegaran los asistentes, se besaban y hacían el amor, y la jornada de
trabajo seguía a continuación de sus abrazos.
Todo
era bastante divertido y muy bohemio, pero comenzaba a complicarse un
poco, y aunque Gwen todavía amaba a Rodin el no era el hombre de unas semanas antes, quejándose de dolores de cabeza, y sufriendo de agotamiento y falta de libido.
Gwen
le escribía a Rodin apasionadas y explícitas cartas de amor, el no
respondía, lo que, para ella, fue un alivio del alma, que sin duda la
liberó como artista. Aunque Gwen volvió a modelar para Rodin, su lugar
lo había ocupado otra mujer mayor.
La relación terminó lentamente, pero ella era ahora una mujer diferente,
una artista.
Rodin
continuaría trabajando sólida y felizmente, amando a su esposa y a sus
perros. Murió de neumonía en noviembre de 1917, a los 77 años. Dejó,
entre una enorme cantidad de trabajo, una delicada y hermosa cabeza de
Gwen, una pequeña obra maestra.
En
1910, Gwen se mudó a una casa en ruinas en las afueras de París, y
vivió una vida cada vez más solitaria con sus pinturas y sus gatos, a
los que alimentaba bien, pero ella comía muy poco, muriendo de hambre en Dieppe en septiembre de 1939, tenía 63 años.
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