Marga Gil Roësset nació en las Rozas (Madrid) en 1908, descendiente de una familia ilustre, sobrina de la pintora María (MaRo) e hija de Margot. Perteneció a un entorno acomodado de gustos refinados y de gran inquietud cultural y artística. La esmerada educación de Margot le sirvió para volcarse en Marga, que nació muy enferma, hasta el extremo de ser desahuciada por los médicos. Pero el tesón de su madre consiguió sacarla adelante.
Marga
Gil Roësset obtuvo muy pronto sus primeros contactos con el arte. Junto
a su hermana Consuelo, acudió, cuando todavía era una niña, a las
clases de dibujo del estudio de López-Mezquita. Artista muy precoz, a
los siete años escribió e ilustró un cuento para su madre. Un relato que
es la primera prueba de un talento extraordinario que quedó patente cuando a los doce años ilustró y editó el cuento de su hermana, El niño de oro
En 1923, en París, ambas hermanas publicaron otro cuento, Rose des Bois, cuyos dibujos llevaron a Marga, que los había realizado a los 13 años, a un barroquismo de diseño, trazo y elaboración que naturalmente ya no podía seguir evolucionando, por lo que como consecuencia decidió dar un giro absoluto y se dedicó a la escultura. Su madre, entonces y continuando con su deseo de rodear a Marga de lo mejor, la llevó al estudio de Victorio Macho, que se negó a darle clase por no estropear su talento creativo innato.
Pronto destacó también como una gran e incansable escultora utilizando fundamentalmente el tallado en piedra de forma intuitiva. También en esta técnica su formación fue autodidacta, si bien parece comprobado que pudo recibir asesoramiento del pintor López Mezquita. En 1930 presentó su Adán y Eva en la Exposición Nacional con gran éxito de crítica, máxime teniendo en cuenta su juventud. Su obra puede calificarse como satírica dentro del estilo modernista e incluso situarla en el simbolista.
Dos años después de su Adán y Eva conoció a Juan Ramón Jiménez y a Zenobia Camprubí, a la que admiraba profundamente, ambos quedaron deslumbrados por el talento y la personalidad de la joven, más aun cuando conocieron su obra. Sorprendidos por su talento decidieron encargar a Marga la realizar sus bustos. Precisamente el busto de Zenobia es, según algunas opiniones, una de las piezas más apreciadas de su producción escultórica.
La escultora, profundamente enamorada de Juan Ramón, se sintió protagonista de una historia de amor imposible entre una joven de fuertes convicciones religiosas y un hombre felizmente casado.
Marga se llevó a la tumba lo que pudiera ocurrir entre ellos, aunque leyendo su diario, podemos interpretar que fue un amor no correspondido. Para terminar con esta desgraciada historia de desamor, a sus veinticuatro años decidió suicidarse con un disparo en la cabeza. Antes destruyó a martillazos gran parte de su obra, incluso las fotografías de sus esculturas. Dejó cartas a su hermana, a sus padres, a Zenobia y un diario a Juan Ramón Jiménez. En 1933 se publicó un libro póstumo de canciones con tres ilustraciones. Once años después una de sus ilustraciones fue claramente imitada en la obra de Antoine de Saint-Exupéry El principito.
En el setenta aniversario de la muerte de la artista, Ana Serrano
comisarió una exposición antológica en el Círculo de Bellas Artes
(Madrid) que abarcó cerca de cien dibujos y acuarelas, veinte esculturas
y cuatro cuentos ilustrados por ella.
En la última página del diario que legó a Juan Ramón Jiménez puede leerse:
“En la muerte, ya nada me separa de ti,
sólo la muerte, sólo la muerte sola”
EL PAIS
Concha Mayordomo
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