sábado, 25 de abril de 2020

Joaquín Vaamonde Cornide




(A Coruña, 1871-Pazo de Meirás, a Coruña, 1900). Aprendió a dibujar con Isidoro Brocos siendo niño. Tras permanecer unos años con sus padres en Sudamérica, regresó a su ciudad natal donde conoció a la escritora Emilia Pardo Bazán, quien se convirtió en su protectora y le introdujo en los ambientes de la alta burguesía coruñesa y en la corte madrileña. Recibió una mención honorífica en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1895. Se especializó en la técnica del pastel y en el retrato.

MUSEO NACIONAL DEL PRADO


Su fama le permitió instalarse sucesivamente en París y Londres, donde pintó numerosos retratos. Vaamonde cayó enfermo de tuberculosis y la enfermedad le obligó a regresar a A Coruña, donde fue acogido por la madre de Emilia Pardo Bazán, que le instaló en las Torres de Meirás. Los cuidados de la condesa de Pardo Bazán no pudieron evitar el fallecimiento del joven artista con sólo 29 años y cuando disfrutaba de mayor popularidad. Su figura fue reflejada en una de las novelas de la escritora a la que inmortalizó en su famoso cuadro. El personaje protagonista de La Quimera, al que se llama Silvio Lago, es en realidad Joaquín Vaamonde.




La Quimera (1911), novela basada en la vida del retratista Joaquín Vaamonde, paisano de doña Emilia. Cuenta la historia de un pintor llamado Silvio Lago, que siendo muy joven huye a Argentina de su padrino que le quiere hacer estudiar una carrera. Allí sobrevive de mala manera y regresa a España dispuesto a triunfar como artista. Se presenta en “Alborada”, el pazo de la famosa compositora Minia (doña Emilia) que vive con su madre, la baronesa de Dumbría (la condesa viuda de Pardo Bazán, madre de doña Emilia). Ambas están pasando la temporada de verano y él pretende hacer un retrato a la compositora para que, si le gusta, lo enseñe en Madrid a sus amigas y le sirva a él de trampolín y escaparate. Así es. 

El retrato (existe, es un pastel donde sale muy favorecida la escritora) tiene el éxito esperado y a Lago le llueven los encargos y se convierte en el pintor de moda. Pero eso no colma sus aspiraciones porque él persigue la fama, y quiere conseguir el cuadro total, el dominio absoluto de la pintura para la que está, aparentemente dotado aunque no tiene prácticamente estudios y no sabe, por ejemplo, pintar al óleo. Se cruzan en su vida varios amores: Clara Ayamonte y María de la Espina Porcel, mujer cosmopolita y depravada que resulta ser morfinómana. Él va a París, creído de que ella va ayudarle pero ahí le trata de manera abominable como venganza a la frialdad amorosa del pintor. A pesar de todo él consigue rehacerse y triunfar también como retratista en la difícil alta sociedad parisiense. Pero Silvio nunca ha sido un hombre fuerte y contrae la tuberculosis. Al encontrarse mal decide volver a Galicia, a refugiarse en casa de sus primeras y principales benefactoras, las Dumbría. En Alborada (Meirás), el joven muere, como ocurrió en la realidad con Joaquín Vaamonde.

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