Creador polifacético, Bernini destacó, ante todo, por sus obras escultóricas y arquitectónicas, aunque no dejó de practicar la pintura -sobre todo el retrato-, si bien en menor medida que las anteriores. Favorito de casi todos los papas, también creó para ellos y para la nobleza romana grandiosos montajes escenográficos, y llegó a componer él mismo el texto y la música de algunos de ellos.
Su estilo retórico y grandilocuente se convirtió en la definición de una de las poéticas más fecundas e influyentes del barroco. En el Museo del Prado tan solo se conservan dos obras relacionadas con el gran artista barroco. La primera de ellas es un busto de un supuesto Séneca, procedente de la colección real. La relación de esta obra con Bernini tan solo es de influencia, pues nos encontramos con un mármol posiblemente inspirado en un conocido modelo helenístico del Museo del Palacio Real de Nápoles, aunque trabajado con mayor dramatismo y uso del trépano, por lo que se ha atribuido a algún seguidor de nuestro artista. Se duda de su procedencia exacta, y puede provenir de la colección de Cristina de Suecia o de la de Isabel de Farnesio. La segunda obra es un Autorretrato, un lienzo unánimemente considerado obra autógrafa. Fue adquirido por el Gobierno español en 1929 procedente de la colección Messinger, se fecha hacia 1640, y es similar a los conservados actualmente en la Galleria Borghese de Roma y los Uffizi de Florencia.
MUSEO NACIONAL DEL PRADO
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