De su cuerpo, cubierto solo con una camiseta empapada salía un intenso calor. Expulsaba unas horribles flemas, las que no podía escupir caían por las comisuras de sus labios. Dormitaba y decía palabras inconexas. De repente se oyó el sonido de un trueno y como si hubiera vuelto del otro mundo me habló...
"Vamos camino de la ciudad del adiós, amigo"- dijo. Esa fue la primera vez que me habló de TOMBUCTÚ, aquella tierra cubierta de palmeras, donde siempre brillaba el sol y no había penas ni hambre. Comenzó a recitarme los consejos de Polonio a su hijo Laertes : "Llévate mi bendición y graba en tu memoria estos principios:
no le prestes lengua al pensamiento,
ni lo pongas por obra si es impropio.
Sé sociable, pero no con todos.
Al amigo que te pruebe su amistad
sujétalo al alma con aros de acero,
pero no embotes tu mano agasajando
al primer conocido que te llegue.
Guárdate de riñas, pero, si peleas, haz que tu adversario se guarde de ti...
Apenas había salido del asombro cuando continuó " No prestes ni pidas prestado; pues quien presta pierde a menudo el amigo y lo prestado"
Estaba claro que había leído a Shakespeare...
Me alegré cuando comenzó a hablarme de cambiar el mundo, de llevar un poco de grises a los monótonos rincones del alma. De como se puede hacer un poema a un tostador y como conseguía escuchar las conversaciones de piedras y árboles...
Mis ojos brillaron de nuevo, mi amo volvía a ser MI AMO
Continuará...
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