viernes, 20 de octubre de 2017

LA TIA JULIA Y EL ESCRIBIDOR


En los primeros meses de amor furtivo: "Íbamos al Negro-Negro una boîte pequeña y oscura donde nos sentíamos protegidos de las miradas de la familia.

Julia Urquidi Illanes, la primera esposa de Vargas Llosa, su tía, catorce años mayor que él. Durante dos días estuvieron buscando autoridad casamentera hasta que por fin pescaron a un alcalde, de profesión pescador, en un pueblito llamado Grocio Prado. Mientras regresaba de la mar, Julia suplicaba a la Santa del lugar Melchorcita. Sin otro remedio, para completar la plantilla tomaron como segundo testigo a un vecino del pueblo que se le metió en la cabeza ir a buscar vino para el brindis... Al regresar a Lima la familia les separó. "Uno se queda aquí y la otra a Chile"- dijo el padre de Vargas Llosa, amenazando a Julia se regresaba.

Pudieron huir a Europa y alquilaron un piso en París y acogieron a dos sobrinas de Julia que iban a estudiar a la Sorbona. Un día la portera de la casa advirtió a Julia que había visto a Vargas Llosa besarse con su sobrina Patricia en las escaleras.

Patricia tenía 15 años y Mario no ocultaba el cariño que tenía a su prima. El día que Mario confesó su amor por ella  Julia dijo:"Desde ese día comencé a vivir el infierno más atroz de mi vida".


La Tía Julia murió en marzo de 2010, con 84 años. Según sus conocidos fue una mujer sociable y carismática, amena, alta y elegante. Parecía una estrella de cine, con el cigarrillo siempre entre los dedos.




       ...ese mismo
día, a la hora de almuerzo, vi a la tía Julia por primera vez. Era hermana de la mujer de mi tío
Lucho y había llegado la noche anterior de Bolivia. Recién divorciada, venía a descansar y a
recuperarse de su fracaso matrimonial. "En realidad, a buscarse otro marido", había
dictaminado, en una reunión de familia, la más lenguaraz de mis parientes, la tía Hortensia.
Yo almorzaba todos los jueves donde el tío Lucho y la tía Olga y ese mediodía encontré a la
familia todavía en pijama, cortando la mala noche con choritos picantes y cerveza fría. Se
habían quedado hasta el amanecer, chismeando con la recién llegada, y despachado entre los
tres una botella de whisky. Les dolía la cabeza, mi tío Lucho se quejaba de que su oficina
andaría patas arriba, mi tía Olga decía que era una vergüenza trasnochar fuera de sábados, y la
recién llegada, en bata, sin zapatos y con ruleros, vaciaba una maleta. No le incomodó que yo
la viera en esa facha en la que nadie la hubiera tomado por una reina de belleza.
–Así que tú eres el hijo de Dorita –me dijo, estampándome un beso en la mejilla–. ¿Ya
terminaste el colegio, no?
La odié a muerte. Mis leves choques con la familia, en ese entonces, se debían a que todos
se empeñaban en tratarme todavía como un niño y no como lo que era, un hombre completo
de dieciocho años. Nada me irritaba tanto como el
Marito
; tenía la sensación de que el
diminutivo me regresaba al pantalón corto.
–Ya está en tercero de Derecho y trabaja como periodista –le explicó mi tío Lucho,
alcanzándome un vaso de cerveza.
–La verdad –me dio el puntillazo la tía Julia– es que pareces todavía una guagua,
Marito.
Durante el almuerzo, con ese aire cariñoso que adoptan los adultos cuando se dirigen a los
idiotas y a los niños, me preguntó si tenía enamorada, si iba a fiestas, qué deporte practicaba y
me aconsejó, con una perversidad que no descubría si era deliberada o inocente pero que igual
me llegó al alma, que apenas pudierae dejara crecer el bigote. A los morenos les sentaba y eso me facilitaría las cosas con las chicas.
–Él no piensa en faldas ni en jaranas –le explicó mi tío Lucho–. Es un intelectual. Ha
publicado un cuento en el Dominical de "El Comercio".
–Cuidado que el hijo de Dorita nos vaya a salir del otro lado –se rió la tía Julia y yo sentí
un arrebato de solidaridad con su ex–marido. Pero sonreí y le llevé la cuerda. Durante el
almuerzo se dedicó a contar unos horribles chistes bolivianos y a tomarme el pelo. Al
despedirme, pareció que quería hacerse perdonar sus maldades, porque me dijo con un gesto amable que alguna noche la acompañara al cine, que le encantaba el cine.

LA TIA JULIA Y EL ESCRIBIDOR

Y así fue como Vargas Llosa noveló su historia de amor con Julia. La podeis encontrar en
http://www.weixiyu.com/2017/La%20t%C3%ADa%20Julia%20y%20el%20escribidor.pdf

A Julia Urquidi Illanes no le gustó nada lo relatado y contraatacó con 

No creas que si tu me dejas te voy a llorar
Tendré que buscar otro amor...
pero que sea amor...
Y aunque sé que sufriré por mucho tiempo
más luego tú verás... te lograré olvidar


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