1953 Santiago de Compostela, A Coruña
Artista extraordinariamente dotado, innovador a partir de la mejor
tradición, gran conocedor de la pintura a través de los siglos, ha
llegado a una obra personal, sin necesidad de estridencias ni forzados
vanguardismos, que sin duda no siente.
Cursó la carrera de Bellas Artes en la Escuela Superior de Santa Isabel,
en Sevilla, y participó en los cursos de Paisaje de Segovia, a partir
de los años 1977.
En 1980 se trasladó a Italia, para intervenir en las
actividades de la Academia de Bellas Artes Pietro Vannucci de Perugia,
donde obtuvo las máximas calificaciones en grabado y pintura. Desde 1992
es profesor de dibujo artístico en la Escuela de Artes Gráficas y
Diseño Maestro Mateo, de su ciudad natal.
Comenzó a mostrar su obra durante la carrera, en Sevilla, en 1977.
Ha
participado en colectivas en numerosas ciudades españolas, y sus
exposiciones individuales las realizó, desde 1981, en Santiago, A
Coruña, Valladolid y Madrid.
Obtuvo premios de la Diputación de Sevilla, del Ayuntamiento de A Coruña
y de otras instituciones. En el primer Salón de Otoño, convocado por la
Real Academia de Bellas Artes Nuestra Señora del Rosario, en A Coruña,
el jurado decidió la adquisición de la obra presentada por Rafael R.
Masiá.
Ha realizado varios murales e ilustrado el libro "Galicia la inefable",
de Sofía Casanova, editado en 1996. Milita en la neo figuración desde un
concepto irónico en el que se acusa su admiración por artistas que van
de Goya a Daumier. También, quizá, Antoni Clave. Dibujante magnífico, su
obra está anegada de un clima de sugerencias, desde una paleta
deliberadamente asordada, en ocres, sienas, carmines desvaídos, blancos
agrisados. La figura humana se enseñorea de su trabajo, en retratos
personalísimos, en los que lo que menos importa es la referencia del
modelo, puesto que constituyen mundos propios.
Su materia es leve, dicha
con pincelada amplia, tendida, a base de una hábil "cocina", ya que
Masiá conoce muy bien el oficio de pintor.
A veces imprime a sus pinturas un leve toque romántico y como
misterioso, en ámbitos de penumbra en los que emerge el cuadro en el
cuadro o se insinúa una figura tan sobriamente coloreada que deja ver el
soporte dibujístico.
Huelga decir que esta estética contiene considerables dosis de
abstracción, aunque en definitiva nunca recurra al puro informalismo.
Sus bodegones son deliciosos, y la referencia formal es disculpa para el
ejercicio fruitivo de pintar, en calidades táctiles y como brumosas,
empañadas, en verdes, negros y rosas muy líricos. El post impresionismo
se presiente, pero no queda al fin explícito, sino envuelto, arropado
por esa mancha como áspera. El humor está sugerido. La grandiosidad de
concepto preside siempre esta pintura, cualquiera que sea su formato. Y
siempre, siempre, una elegancia irrefrenable se adueña del resultado,
con reminiscencias del barroco veneciano, que sin duda ama este
compostelano universalizante.
Fundación Abanca
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