Si, busqué por toda la ciudad una tienda pequeñita y la encontré. En unos cestillos de plástico, ya apelmazadas, dormitaban unas frutas. Yo había entrado convencida que tenía que salvar el barrio y observé unas uvas que estaban comenzando a perder el color morado. Cogí una bolsa de plástico que colgaba de una columna de madera e imaginando unos guantes inexistentes, con cuidado llené la bolsa. Una chica rubia, con aspecto saludable, las pesó y de repente se sentó.
¿Alguien me cobra? Pregunté. Un hombre colorado, que yo juraría haber conocido en la juventud, cogió los cinco euros de mi mano. Comenzó a dar vueltas y en ese momento entró en la tienda el abuelo fugitivo. "Viene a salvarme" pensé. Los dos echaron a correr calle abajo, yo detrás con la bolsa de las uvas en la mano.
Mira que yo me he preguntado toda la vida que demonios es ese edificio de madera dorada... Alli entró el de la cara colorada y el abuelo detrás intentando agarrarlo. Dos chicos jóvenes, con cara de espabilados, que yo imaginé guardias de seguridad o algo así, me preguntaron por donde se habían colado y si los conocía. Me suenan, balbuceé pero, para ser sincera, no sé de qué.
Al despertarme pregunté al abuelo a donde habían ido. " A Noruega" ¿A Noruega? Pregunté curiosa. ¿Por qué a Noruega? Porque son independientes, ellos no están con Rusia ni con los Americanos, además eso me hace volver a mi juventud, las Suecas y las Noruegas eran mi sueño
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