martes, 22 de octubre de 2019

Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana-EXPOSICION MUSEO DEL PRADO



En el marco de la celebración de su Bicentenario, el Museo del Prado presenta “Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Historia de dos pintoras”, una exposición que reúne por primera vez los trabajos fundamentales de dos de las mujeres más notables de la historia del Arte de la segunda mitad del siglo XVI.


                 
                             Autorretrato de Lavinia Fontana conservado en los Uffizi.
A través de un total de sesenta y cinco obras -cincuenta y seis de ellas, pinturas- procedentes de más de una veintena de colecciones europeas y americanas, el Museo del Prado recorre la trayectoria artística de estas dos pintoras, que alcanzaron reconocimiento y notoriedad entre sus contemporáneos, pero cuyas figuras se fueron desdibujando a lo largo del tiempo.
Comisaria:
Leticia Ruiz, Jefa del Departamento de Pintura Española hasta 1500


                      
                                Sofonisba Anguissola- autorretrato
CULTURA
 Arte

Ellas toman su sitio en el Museo del Prado

Actualiz
La pinacoteca recupera para el canon del arte la obra de dos de las grandes pintoras del siglo XVI, Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana, que tuvieron el primer papel visibilizador de la mujer en el arte


El Museo del Prado exhibe 1.150 obras. De ellas, nueve pertenecen a mujeres. Y de esas nueve, tres son de Sofonisba Anguissola. Perteneció a la nobleza de Cremona. Alcanzó una popularidad extraordinaria en los días de fervor del humanismo renacentista del siglo XVI. Nació en 1535. Tuvo cinco hermanas. Destacó por un talento descomunal en el dibujo y la pintura (guiada por maestros como Bernardino Campi y Bernardino Gatti). También recibió lecciones de música, danza y literatura. Sofonisba fue una de las mujeres más admiradas de un tiempo donde el papel de la mujer empezaba a dibujarse con contorno nuevo. No padeció el silencio atenazado.


                              
                             Sofonisba Anguissola-autorretrato
Tampoco Lavinia Fontana, boloñesa de 1512, hija del pintor Próspero Fontana. De él heredó el taller, batalló por ser reconocida como la primera artista profesional y se enfrentó a los pintores macho que no aceptaban más competencia. La autoridad pictórica de Lavinia se impuso en su ciudad y, años después, en Roma. No aceptó nunca dar un paso atrás. Y desplegó todo su ímpetu para visualizar su trabajo, hasta convertirse en una de las pintoras preferidas de las clases nobles, especialmente de otras mujeres, cuyas ambiciones de mundanidad y sofisticación tenían sitio en sus retratos.


                         
Lucia, Minerva y Europa Anguissola jugando ajedrez, 1555, Muzeum Narodowe (Museo Nacional), Poznan, Poloni
Sofonisba y Lavinia no se cruzaron nunca, pero la historiografía del arte volvió a reunirlas hace unas décadas como dos voces necesarias de la pintura del XV en ItaliaI. Una señal que el Prado recoge ahora desplegando la obra de estas dos creadoras en una poderosa exposición, abierta hasta el próximo 2 de febrero, de la que es responsable Leticia Ruiz: 'Historia de dos pintoras'. El título viene de una de las obras principales del escritor Charles Dickens, 'Historia de dos ciudades'. "Y es que ellas están marcadas por la realidad de sus dos lugares de nacimiento y residencia: Sofonisba Anguissola era de Cremona y Lavinia Fontana de Bolonia. Ambas italianas, con biografías distintas que marcarán su destino y la dirección de su apetito artístico. La exposición cuenta, a través de sus obras (que a veces se entrelazan), la realidad de dos mujeres que nacieron y vivieron en el siglo XVI", dice Ruiz. "Y sin ser las primeras que se dedican al arte, dieron pasos decisivos a la hora de visibilizar la práctica artística de mujeres".
                      
                                                                  Lavinia Fontana Bianca Cappello
La obra de estas dos artistas tiene algo de paradoja estética. La fuerza de su mirada contrasta con el destino asignado a las mujeres del Renacimiento. La virtud era el primer recado de buena posición. Pero la buena posición social era, a la vez, motivo de ocupaciones invisibles que nada tenían que ver con sus apetitos. Sofonisba y Lavinia pintaron a su manera. Con credenciales propias. Con suerte, más o menos, paralela más allá de sus distintas posiciones. "Lavinia Fontana es la primera mujer que hace desnudos", señala la comisaria de la muestra. "De hecho, el cuadro que recibe al visitante en el Prado es un desnudo de la diosa Minerva, la encarnación de la guerra, de la sabiduría y del conocimiento. Pero al desnudarse se convierte en Venus. También encontraremos aquí otros desnudos con guiños eróticos muy curiosos, como el del cuadro Venus y Marte (propiedad de la Casa de Alba), donde éste aparece tocando el culo de Venus".

De algún modo, la práctica artística también se ennobleció con ellas. Y, sin llegar a encontrarse nunca, hicieron surco común en la Historia del Arte. Lavinia recogió la antorcha de respetabilidad que había asentado Sofonisba. Aunque en el caso de Fontana sorteando distintas dificultades que no mermaron su fuerza ni su determinación. Lo explica Leticia Ruiz: "Tuvo 11 hijos. Pasó 10 o 12 años sumando embarazos sin dejar de trabajar. Además, no con piezas pequeñas o miniaturas, sino asumiendo encargos de altares y otras piezas de de dimensiones notables".
                            San Sebastián y Sta Cecilia- Lavinia Fontana
El autorretrato fue un género que las dos trabajaron con insistencia. Era una manera de afirmación. También de desacato. Y, sobre todo, de íntima exploración de la pintura. Calmaron la fiebre de algunos coleccionistas que rechazaban obras firmadas por mujeres. "Se les pedía ser rigurosas con el concepto de virtud, con asumir el perfil de mujer apropiada, discreta, buena compañera del cortesano". Pero Sofonisba y Lavinia, sin patear esas exigencias, promulgaron un orden nuevo: el suyo. Sorteando la cólera de tantos.
                                     Lavinia Fontana- Cleopatra
Lavinia firmó sus obras. Sofonisba, algunas. Fue dama de compañía de Isabel de Valois, la tercera mujer de Felipe II. "Se hizo famosa también por sus virtudes, adecuadas para convertirse en mujer de corte de la reina, una adolescente que llegó a España con 16 años", explica Leticia Ruiz. "El de dama de corte era un papel destacable. Valois siempre estaba rodeada por un grupo de francesas y de españolas. Y luego estaba Sofonisba, que pertenecía al milenasado. Se trasladó a la corte española y realizó retratos muy bellos de la familia real. También de Felipe II, pero decidió que no los firmaría. Ya era dama de compañía y eso impedía cualquier afán de notoriedad. Pero en los años que pasó en la corte colaboró con el retratista oficial del Rey, Alonso Sánchez Coello". Nunca le pagaron por las piezas que realizó en aquellos años, tan sólo se le gratificó con vestidos y joyas. Eso nunca lo aceptó Lavinia, que firmó sus pinturas y cobró por ellas.
La llegada al Prado de estas dos artistas como parte de las actividades que celebran el bicentenario de la pinacoteca, abre paso a una nueva revisión de los fondos del museo. "Algunas veces, en la historiografía artística hay quien ha tratado de ver aspectos masculinos o femeninos en las pinceladas o en las obras", apunta la comisaria. "Puede haber sensibilidades distintas, pero no creo que dependan del sexo sino de una personalidad definida por todos los elementos que marcan la manera de entender un retrato o una composición". Artistas como Artemisia Gentileschi, Rosa Bonheur, Angelica Kauffman o una desconocida Barreda están ahí. Traspapeladas por mucho tiempo. Pero en pie.
"Hay que reclamar un papel digno y de iguales para las mujeres. Pero no mirando al pasado, sino con los conceptos actuales", dice la comisaria de la exposición. "Sofonisba y Lavinia son dos gigantes que dan pasos esplendorosos para lo que va a venir después". Y esa 'segunda parte es la que estudiará la muestra que prepara Carlos González Navarro para el Prado. El título será Invitadas y quiere dar idea del papel de la mujer en el arte y su representación entre los siglos XVIII y XIX.
Pero esa es otra historia, aunque con un mismo patrimonio de fondo: ser ellas mismas.

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