Federico Ribas Montenegro (1890-1952) nació en Bouzas-Vigo, en una familia de conserveros. Tras negarse a emprender estudios de Medicina y de suspender - es de suponer que a propósito - unas oposiciones funcionariales, a la edad de dieciocho años decidió meter sus pertenecias en una maleta y abandonar un entorno acomodado para embarcarse en tercera clase hacia Argentina.
Porque era un rebelde con causa, la de su enorme talento para el dibujo. En Buenos Aires, tras sobrevivir en algunos empleos, pronto triunfó como ilustrador de revistas de humor gráfico, ganando el suficiente dinero para dos años después trasladarse a París, donde se convirtió en director artístico de la revista Mondial, dirigida por Rubén Darío. Su fama - tan pronto - era ya internacional, de modo que sus dibujos femeninos eran publicados en Nueva York por el magazine Pictorial Review, que se los pagaba nada menos a 250 dólares de entonces la pieza.
En Beluso, con sus amigos e invitados del mundo del arte, entre ellos Maruja Mallo, le pilló el levantamiento militar de 1936. Dadas sus ideas republicanas, tuvo que pasar unos meses escondido en Vigo, en la residencia de unos familiares, hasta que en Noviembre de aquel año consiguió escabullirse otra vez hacia Argentina.
De donde retornó en pleno franquismo duro, en 1949. Dado su renombre internacional, fue bien recibido e incluso, promovido por el Marqués de Lozoya, fue objeto de un homenaje en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Falleció joven, a los sesenta y dos años, en 1952.
En Vigo, en el año 1991, Caixanova organizó una gran exposición retrospectiva, adquiriendo la entidad varias magníficas obras para su colección.
Pero volvió a quedar medio olvidado por los vigueses el que está considerado como uno de los más destacados artistas plásticos del pasado siglo y un genio de la publicidad.
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