Primogénito de una adinerada familia parisiense,
Degas abandonó tempranamente los estudios de Derecho en la Sorbona para
dedicarse a la pintura. En 1855 entró en el taller de Louis Lamothe,
discípulo de Ingres, donde adquirió una sólida formación académica. De
1856 a 1859 viajó por Italia copiando a los maestros renacentistas y, a
su regreso, residió ya para siempre en París, donde se dedicó a
representar en sus obras un amplio repertorio de temas de la vida de la
ciudad moderna en que se había convertido la capital francesa.
Aunque vinculado al grupo de los impresionistas, con los que expuso en siete de sus ocho exposiciones, Degas fue en cierto modo un antiimpresionista. Se veía a sí mismo como un pintor realista o naturalista, y su veneración por el dibujo acabado de Ingres marcó toda su producción. Por otra parte, se centró principalmente en el estudio del cuerpo humano y nunca estuvo interesado, como lo estuvieron los impresionistas, ni en la pintura de paisaje al aire libre ni en captar las condiciones atmosféricas cambiantes.
Aunque vinculado al grupo de los impresionistas, con los que expuso en siete de sus ocho exposiciones, Degas fue en cierto modo un antiimpresionista. Se veía a sí mismo como un pintor realista o naturalista, y su veneración por el dibujo acabado de Ingres marcó toda su producción. Por otra parte, se centró principalmente en el estudio del cuerpo humano y nunca estuvo interesado, como lo estuvieron los impresionistas, ni en la pintura de paisaje al aire libre ni en captar las condiciones atmosféricas cambiantes.
Compartía, sin embargo, con
ellos la influencia de la nueva técnica de la fotografía y de los recién
descubiertos grabados japoneses, así como el interés por la captación
del movimiento. Las variaciones sobre un mismo tema, como las
bailarinas, que repitió tanto en pintura como en escultura, son una
muestra de esa obsesión por observar y reproducir el ritmo y las
posturas de personas y animales.
Como a los impresionistas, a Degas le
interesó especialmente la realidad de la vida urbana de su entorno; así
la ópera, el teatro, el café-concierto o las carreras de caballos fueron
temas constantes en su obra. Ahora bien, el artista aportó una original
invención compositiva e iconográfica que otorgó a su pintura una nueva
visión del mundo más profana. Eliminó el encuadre tradicional y lo
sustituyó por una composición descentrada, dominada por las nuevas leyes
de la instantaneidad.
A pesar de que Degas fue un verdadero virtuoso en todas las técnicas artísticas, a partir de 1870 comenzó a utilizar principalmente el pastel, en el que destacó como un verdadero maestro. Esta técnica, tan de moda durante el siglo XVIII, había caído en desuso hasta que fue recuperada por los impresionistas. A Degas le abrió infinidad de nuevas posibilidades y le permitió agudizar la representación del movimiento y la fugacidad de sus escenas.
A pesar de que Degas fue un verdadero virtuoso en todas las técnicas artísticas, a partir de 1870 comenzó a utilizar principalmente el pastel, en el que destacó como un verdadero maestro. Esta técnica, tan de moda durante el siglo XVIII, había caído en desuso hasta que fue recuperada por los impresionistas. A Degas le abrió infinidad de nuevas posibilidades y le permitió agudizar la representación del movimiento y la fugacidad de sus escenas.
Museo Thyssen-Bornemisza
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