miércoles, 18 de noviembre de 2015

ROMANCE DE VALENTÍA



¿Donde está la vida?, se pregunta uno entonces. Era una lluvia mansa y otoñal y  yo veía las gotas engordar y desprenderse una a una de las hojas empapadas de la acacia, y cada vez que la hoja se liberaba del peso de una gota, daba hacia arriba un pequeño respingo y otra vez a empezar, y en eso me pasé casi toda la tarde...

Acabo de leer EL BALCON DE INVIERNO de Luis Landero
El autor se desnuda, no por nostalgia, que poca alegría nos da mostrar la pacata memoria de una época, sino por  hacer saber que somos  de donde venimos.

Acabado el libro me rodea un ambiente de flashbacks estos días. El otro día escucho en la radio al GRAN  WYOMING contando que el no vio un cuerpo femenino desnudo hasta que se hizo hippy y fue a Holanda.  Epoca que añora un poco porque se dio cuenta que siendo hippy se puede vivir con poco dinero. Llegó a Amsterdam y se matriculó en un gimnasio y alucinó (sin necesidad de droga) cuando se encontró en unas duchas mixtas. Miró a su alrededor por si se había equivocado y cuando se cercioró que no, decidió quedarse allí el resto de su vida. Al cabo de un rato, entró un señor y le dijo algo, Wyoming dió un respingo y pensó "me han pillado" pero se tranquilizó cuando el hombre solo le reclamaba el dinero del gimnasio por adelantado. Cuando la piel de su cuerpo se había arrugado completamente, pasó al vestidor y allí siguió observando con los ojos muy abiertos.

Y es que cuando contamos, a nuestros hijos les parecerán las "historias del abuelo Cebolleta". ¿Como van a comprender, por ejemplo, que la primera chica, aqui en Vigo, que fue a la playa en bikiny provocó un escándalo?

Cuando yo tenía dieciseis años mi padre decidió enviarme a Londres. "A un  buen colegio"- le aconsejaron "que ese es un país peligroso"- Y un buen día, con una maleta casi más grande que yo, me metieron en un barco. Al despertarme al día siguiente las paredes del camarote se retorcían de tal modo que parecían aplastarme. Intenté levantarme y el techo se me vino encima. Salí disparada hacia cubierta. La gente se agarraba a las barras de los pasillos. Creo que viví la peor tormenta del siglo XX, y eso en altamar. Vomitaba a sotavento, no me importaba nada, solo quería bajarme aunque me muriera allí entre las olas. Un marinero se acercó para aconsejarme que me pusiera en otra dirección para no ponerme perdida. Un médico, que estaba en mi mesa del comedor, vino a buscarme para que comiera algo. Obedecí pero solo pude engullir un bocado.  Hicimos escala en Cherburgo. Me hacía ilusión por la película


pero tan pronto bajé la escalerilla, los pies se me hundían y la tierra se levantaba.  Al día siguiente llegamos a Tilbury, el puerto de Londres


En casa me habían dicho que alguien estaría esperandome, pero allí no había nadie. Mi inglés era escaso, en aquellos tiempos se estudiaba francés y sabía decir pera, manzana y poco más, gracias a Chichi, una profe particular. Arrastrando mi maleta blanca me puse en una cola, pensando en el dicho  ese de "a donde va Vicente..."Al llegar a  una ventanilla, me dieron un billete  y cogieron dinero de mi mano. Y así, una asustada moza de provincias, se encuentra en la Estación de S- Pancras en el Centro de Londres. 


Me senté en la maleta y contemplé lo que me rodeaba. Una estación fea, oscura (no lo que se ve en la foto), alrededor de mi desvalida figura pasaba gente muy rara..Negros  blancos, amarillos 
y aceitunados. Gente con pantalones caídos y turbantes. Recordé lo que me habían dicho "Londres está lleno de asesinos"- ¿Y si me ponía a llorar allí amargamente? ¿Me socorrería alguien? Yo ya había estado en el extranjero, claro que nuestro "extranjero" era Portugal y eso no contaba mucho. Tambien había ido a Lourdes con las monjitas pero lo único que recordaba era haber cantado y comprado agua bendita. 



Agarré la terrible maleta blanca, que ahora había pasado de pesar una tonelada a dos, y salí de la estación. Volví al dicho de "Vicente" y me puse a la cola. Cuando llegué al taxi le enseñe la dirección que llevaba escrita en un papel. Aquel hombre joven empezó a bracear y hablaba sin parar. Cuando se dio cuenta que no le entendía ni papa pasó a las señas. 


Me pareció entender que Wimbledon estaba donde el viento da la vuelta y cuando chasqueó los dedos entendí que quería "la pasta". Saqué todo lo que tenía en el bolsillo y el metió la maleta en el coche

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