martes, 24 de noviembre de 2020

Frits Thaulow

 



El artista noruego Frits Thaulow nacido en Oslo en 1847,  era hijo de  un químico acomodado. Asistió a clases en la Academia de Arte de Copenhague de 1870 a 1872. También fue instruido durante dos inviernos por Hans Gude, uno de los principales paisajistas de Noruega, en Karlsruhe, Alemania. Vivió en París durante  cuatro años a partir de 1875. Pasó parte de 1879 en Dinamarca adquiriendo conocimientos de pintores escandinavos antes de regresar a casa. A su regreso a Noruega en 1880 ya era reconocido como líder de la comunidad artística de Noruega.

El período de 1880 a 1892, coincidiendo con el regreso de Thaulow a Noruega, fue  un período de tiempo fundamental para el arte noruego. Durante estos años, la forma de arte realista fue aceptada en su tierra natal. Gran parte de esto se basó en lo que había aprendido durante su  residencia en París. Esto le permitió a Thaulow combinar sus impresiones muy personales del paisaje de Noruega para crear una nueva forma de paisaje impresionista. 

Sus interpretaciones de los jardines públicos y las áreas circundantes de Oslo fueron ampliamente elogiadas. Uno de sus temas favoritos fue el de los esquiadores en las pistas invernales de Oslo. Muchas de sus creaciones representan Asgardstrand, una ciudad a 100 kilómetros al sur de Oslo. Sus obras que utilizan óleos y pasteles en la década de 1890 contribuyeron a la naturaleza poética  de ese período de tiempo.

Thaulow se mudó a Francia en 1892, donde produjo aproximadamente 50 pinturas por año mientras residía allí. Muchas de estas pinturas se exhibieron en las Galerías Georges Petit y Cie en París. Se hizo amigo de personas como Rodin y Monet. Después de su fallecimiento en 1906, las pertenencias  de su estudio fueron subastadas un año después en París.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Richard Parkes Bonington

 


1802 - 1828

Nacido de padres ingleses, Bonington pasó gran parte de su corta vida en Francia. Estudió inicialmente en Calais con Louis Francia antes de trasladarse a París. En 1818 conoció a Eugène Delacroix y se matriculó en el taller del barón Antoine-Jean Gros, donde entabló una amistad duradera con Paul Huet , un compañero de estudios.

Fue una de las estrellas del Salón de París de 1824 , donde triunfó el arte británico, y junto con John Constable y Copley Fielding recibió una medalla de oro.

Bonington era un viajero empedernido y pasó mucho tiempo explorando la costa norte de Francia. En 1825 visitó Londres con varios artistas franceses, entre ellos Delacroix, y en 1826 viajó por Suiza hasta Venecia.

Murió trágicamente joven por tisis a la edad de 26 años.

Bonington fue uno de los artistas más importantes de principios del siglo XIX, vital para la comprensión del arte francés y británico del período romántico . Su gama incluía pinturas históricas y temáticas, y paisajes, obras y bocetos de gran acabado, todo ello imbuido de una brillantez y seguridad de toque que fue muy admirado durante y después de su vida.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Carlos de Haes

 



Bruselas, 27.1.1826 - Madrid, 17.6.1898

De origen belga, Carlos de Haes se instaló en Málaga con su familia cuando contaba con tan sólo nueve años de edad. Allí recibió sus primeras enseñanzas artísticas, con el pintor canario Luis de la Cruz (1776-1850), retratista y miniaturista de cierta reputación. Sin embargo, fue a partir de 1850 durante su viaje de vuelta a Bruselas, donde se hizo discípulo de Joseph Quinaux (1822-1895), cuando entró en contacto con el paisajismo de las escuelas de Namur, Tervueren y Termonde, y donde forjó el estilo artístico que le daría su gran nombre en España.

En 1856 Haes regresó a España, coincidiendo su vuelta con la primera de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en la que presentó con gran éxito algunas de sus obras. La buena recepción que se dio entonces a su pintura y, en gran medida, el descubrimiento de los espectaculares parajes del Monasterio de Piedra (Aragón), determinaron su establecimiento definitivo en España, a lo que ayudó también la cátedra de Paisaje que obtuvo en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que acababa de quedar vacante, tras la muerte de Genaro Pérez Villaamil.

La plástica de Haes supuso una importante renovación del género del paisaje en España, puesto que se apoyaba en un contacto mucho más directo con la naturaleza, por sus frecuentes excursiones al aire libre para tomar apuntes y realizar bocetos de paisajes que le proporcionaron una perspectiva mucho más realista de como la concebían sus antecesores. En efecto, desde poco tiempo después de ocupar su cátedra, Haes alentó la salida al campo de sus alumnos para estudiar del natural paisajes como los de los alrededores de Madrid, a los que acudía con frecuencia.

Su nuevo éxito en la Exposición Nacional de 1860 vino de la mano de su recepción como académico de número, dictando un discurso teórico sobre los orígenes del paisaje. Otros escritos artísticos de Haes sobre asuntos técnicos y teóricos, tienen también una clara perspectiva muy cercana a la actitud comprometida con la docencia que marcó toda su trayectoria vital.

 Entre los años sesenta y setenta, viajó por numerosos puntos de la península, prefiriendo el interior del Levante español así como toda la cornisa cantábrica, buscando nuevos parajes de los que tomar referencias directas en forma de apuntes y de bocetos, que luego en su taller madrileño convertía en pinturas de gran formato. La síntesis de estas experiencias la plasmó en “La canal de Mancorbo en los Picos de Europa”, en la que la vivencia al aire libre frente a ese accidente geográfico queda todavía algo sometida a las fórmulas compositivas académicas, que justifican la presencia de figuras humanas o el engrandecimiento idealizado del perfil real del paisaje.

Haes también realizó algunos viajes por Europa después de la muerte de su esposa y de su hija, en 1877, acompañado por uno de sus discípulos más queridos, Jaime Morera (1854-1927). Fueron por el golfo de Gascuña, Bretaña y Normandía, en busca de los territorios natales del pintor. En esta época, su noción del paisaje comenzó a plasmarse en visiones algo más oscuras y melancólicas, seguramente fruto de la tristeza en la que se sumió al quedar sin familia.

 Hacia 1887 dejó de pintar y de salir al campo, acosado por la enfermedad que acabaría con su vida once años después. En esas fechas sus discípulos, sobre todo Jaime Morera, se ocuparían del cuidado del maestro y, a su muerte, consiguieron que el caudaloso contenido de su estudio –sus bocetos, dibujos y grabados-, que habían recibido como herencia del paisajista, pasara al recién inaugurado Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid, fondos que ahora guarda el Museo del Prado


Museo Nacional del Prado

sábado, 21 de noviembre de 2020

John Lavery




 (Belfast, 1856-1941). Pintor británico. Estudió en Glasgow, Londres y París. Trabajó primero como ayudante en el estudio de un fotógrafo, retocando negativos y coloreando fotografías, lo que tal vez marcara su afición a la pintura de retratos. 

Entre 1881 y 1883 estuvo en Francia; en París estudió con Filippo Colarossi y en la Academia Julian; también pasó una temporada en 1883 en Grez-sur-Loing, al norte de Francia, con la colonia de artistas que se reunía allí, y pintó paisajes al aire libre bajo la influencia del «realista» Jules Bastien-Lepage y de los impresionistas; allí conoció a otro pintor irlandés, Frank O'Meara. En 1885 volvió a Glasgow, donde se convertiría en la figura principal de los renovadores Glasgow Boys, con David Young Cameron y Ernest Atkinson Hornel; después, se trasladó a Londres, donde abrió estudio y empezó a exponer con éxito en 1886 en la ­Royal Academy. 

John Lavery triunfó como cronista de la alta sociedad tanto en Inglaterra como en Irlanda y Escocia, en parte gracias al aire mundano, elegante y sofisticado que lograba imprimir a sus personajes; un aire que lo emparenta con otro retratista de éxito, John Singer Sargent. Un encargo de la reina Victoria para que hiciera un cuadro de gran tamaño sobre la visita de la familia real a la exposición de Glasgow de 1888, que pintó en 1913, lo puso de moda como retratista, aunque siguió pintando paisajes, entre otros lugares en Tánger, donde tuvo una casa. El pintor que más influyó en John ­Lavery fue otro americano, James McNeill Whistler, y, a través de él, Édouard Manet y Diego Velázquez. 

En 1891 estuvo en Madrid, y copió cuadros del sevillano en el Museo del Prado (Baltasar Carlos y la reina Mariana), mientras afirmaba que «solo tenía ojos para él»; además, tuvo tiempo para ir a los toros una docena de veces. 

El conocimiento de estos artistas le sirvió para dar más importancia al color que al dibujo y emplear una pincelada suelta. La huella del sevillano se puede ver en sus retratos de Cunningham Graham (1893), Lady Lavery con sus hijas (1911) y El rey Jorge, la reina Mary y sus hijos (1913). 
A primera vista, Velázquez se convirtió en el ejemplo para los pintores victorianos. Francis Grant, autor del retrato de James Keith Fraser a caballo (1845, Paul Mellon Collection), reconocía que le debía gran parte de su éxito, y a Frank Holl le llamaban «el Velázquez inglés». 
John Lavery fue un pintor de éxito, que se movió cómodamente entre los grandes de Europa, a los que trató y retrató, además de hacer la crónica de hechos históricos. Ese papel como artista y como miembro triunfante de la sociedad le hacía sentirse cercano a Diego Velázquez. 
Su posición social y sus buenas relaciones le permitieron colaborar en las negociaciones para el tratado de 1921 entre Ingla­terra e Irlanda ejerciendo como diplomático. En agradecimiento, un retrato de su mujer figuró en los billetes irlandeses.


Museo del Prado

jueves, 19 de noviembre de 2020

Albert Bierstadt

 




Alemania. (1830-1902)

Nació en el año 1830 en Solingen, Alemania, pero se trasladó muy joven a New Bedford en el Estado de Massachusetts. Realizó sus estudios de pintura en Düsseldorf y Roma, pero trabajó sobre todo en Nueva York.

Hijo de inmigrantes alemanes, Albert Bierstadt llegó a New Bedford, en Massachusetts, con sólo dos años de edad. Comenzó a pintar de manera autodidacta y en 1853 decidió volver a Europa para dar comienzo a su formación en la Kunstakademie de Düsseldorf. Allí tomó contacto con otros pintores norteamericanos como Emanuel Leutze y Worthington Whittredge. Con Whittredge viajó por tierras alemanas, suizas e italianas y tomó gran cantidad de apuntes para los cuadros que, a su vuelta a los Estados Unidos en 1857, expuso en la National Academy of Design, institución de la que poco tiempo después fue elegido miembro honorario.

En 1859 participó en la expedición del coronel Frederick W. Lander, que pretendía abrir una nueva ruta hacia el océano Pacífico. Tomó apuntes de las Montañas Rocosas y realizó fotografías estereoscópicas de los nativos. Aunque no fue el primer pintor en representar estas montañas, sus nuevas pinturas le llevarían a la fama, primero en New Bedford, y poco más tarde en Nueva York. Su aprendizaje europeo y su experiencia en la pintura del paisaje montañoso alpino influyeron en su manera de percibir las montañas americanas que se llegaron a conocer como los «Alpes americanos».
El segundo viaje de Bierstadt hacia el oeste comenzaría en 1863 acompañado por Fitz Hugh Ludlow, un famoso escritor que después publicaría la historia de esta aventura en El corazón del continente. En esta segunda ocasión visitó la costa del Pacífico, el valle de Yosemite y parte del estado de Oregón. Los apuntes del natural tomados en este viaje serían básicos a la hora de concebir sus pintas m ambiciosas.
Junto con su esposa viajó de nuevo a Europa en 1867, y expuso algunas de sus pinturas más famosas en Londres. A su vuelta, ambos fueron a San Francisco en el recién estrenado ferrocarril y visitaron de nuevo el valle de Yosemite que tanto le había impresionado en su anterior viaje. A lo largo de su vida Bierstadt viajó también al parque de Yellowstone, Alaska, las Montañas Rocosas canadienses e incluso a los trópicos.
La enorme fama de que disfrutó durante gran parte de su vida disminuyó paulatinamente ante la nueva corriente pictórica impresionista que comenzaba a difundirse en Norteamérica. Murió en 1902 en el más absoluto olvido.

 Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Vittorio Avondo


 

Vittorio Avondo ( 1836 –  1910) pintor y anticuario italiano nacido en Turín. Predominan en su pintura los paisajes de su nativo  Piedmont. Se le considera  como uno de los pintores de la Escuela de Rivara, que incluyen Carlo Pittara

Hijo de un docente de la Facultad de Derecho de la Universidad de Turín, se formó en pintura en Toscana, Suiza y Francia. En Suiza, estudió con Alexandre Calame. Trabajó brevemente para una comisión asociada con el Bargello en Florencia.

Al regresar a Turín en 1861, se convirtió en concejal de la ciudad. En 1883, fue nombrado miembro de la comisión encargada de seleccionar las obras del Museo Cívico. En 1872 compró el castillo de Issogne en el Valle d’Aosta. Con la ayuda de Alfredo d'Andrade, Giuseppe Giacose y Ernesto Pochintesta, restauró el castillo. En 1882, ayudó a restaurar el barrio medieval de Turín. También trabajó para ayudar a restaurar la Casa Cavassa de Emanuele Tapparelli d’Azeglio en Saluzzo. En 1890 reemplazó a Tapparelli d'Azeglio como director del Museo Civico. Avondo murió en Turín en 1910.



lunes, 16 de noviembre de 2020

LA HISTORIA DE PAOLO Y FRANCESCA

 


                              Rodin

 Estamos en la frontera entre Marche y Romagna, en la provincia de Pesaro y Urbino, vemos una colina a lo lejos. Está dominado por una fortaleza medieval, rodeada por una doble muralla y por un pequeño y majestuoso pueblo medieval. Estamos en Gradara.

                                                                Charles Edward Hallè

Este espléndido pueblo toma su nombre de “Grata Aura” (aire agradecido), ya que es testimonio de siglos de historia; fundada en la antigüedad, su aura mágica continúa flotando en los miembros del visitante moderno, que se siente invadido constantemente por la atmósfera sugerente.

                                                           Dante Gabriel Rossetti
                    

El legendario castillo destaca contra el cielo azul, los claros frescos, el horizonte marino y el verde paisaje que lo rodea. Fue uno de los principales teatros de los enfrentamientos entre las milicias del Papado y las familias de las Marcas y Romaña. Recientemente ha sido restaurado y es propiedad del Estado italiano, uno de los monumentos más visitados de la región, lugar de eventos musicales, museísticos y artísticos. Albergó a las grandes familias de la Edad Media y del Renacimiento: los Sforza, los Borgia, los Della Rovere y, por supuesto, los Malatesta.



                                                                    Gustave Doré

La bella Francesca era hija de Guido Minore, señor de Ravenna y Cervia, quien decidió, en 1275, darle la mano de la niña a Giovanni Malatesta, conocido como Giangiotto, porque era feo, jorobado, cojo, ciego y viejo.

                                     Eugène Deully

Para evitar la posible negativa de la joven, enviaron a Paolo il Bello, hermano del prometido a Rávena, para que la casara artificialmente, en nombre y por cuenta del novio, haciéndole creer que él era el propio novio. Francesca, al notar apenas la mañana siguiente a la noche de bodas del engaño al que había sido sometida, tuvo que resignarse al matrimonio concertado, con el que tuvo una hija, Concordia. El guapo Paolo, que tenía posesiones cerca del pueblo y lamentaba a menudo el fraude al que se había prestado, iba a menudo a visitar a su triste cuñada.

                              Henri Martin

Sucedió un día que los dos, leyendo el Galeotto, un libro sobre el amor de Lancelot y Ginebra, intercambiaron un "casto beso" (así nos cuenta la propia Francesca en el quinto canto del Infierno de la Divina Comedia de Alighieri).

Pero alguien, al darse cuenta de las ya habituales traiciones, advirtió a Giangiotto quien, alarmado, regresó temprano de la recaudación de impuestos y, forzando la cerradura, entró en la habitación donde se consumaba el pecado.

                               Alexandre Cabanel

Francesca, al ver a su esposo decidido a asestar un golpe fatal a su amante, atrapado en la trampa secreta a través de la cual él intentaba escapar, arrojó sus miembros para proteger su amado corazón. Así murieron, atravesados ​​por la misma hoja.

domingo, 8 de noviembre de 2020

LOS AMORES DE Frida Kahlo

 


Leo en LA VOZ DE GALICIA- la noticia de un nuevo amor de Frida 

                                       

«¿Cómo puedes pedirme que te quiera?» Dijo Frida al gallego Alejandro Finisterre, el inventor del futbolín


Alex, si mataste mi corazón... sin sentir ninguna compasión... 



Alejandro Finisterre, nació en Fisterra, un pueblecito de la Costa da Morte, en Galicia, 
en 1919, poeta, crítico de teatro, editor e inventor. Finisterre fue  republicano, excelente editor, poeta  e inventor —se dice que registró más de cincuenta patentes. Fundó la Editorial Ecuador y fue la punta de lanzamiento de las obras publicadas por muchos de los escritores mejicanos como Andrés Henestrosa, Octavio Paz, Griselda Álvarez y españoles del exilio León Felipe, Max Aub, Juan Larrea y Ernesto Cardenal. 


«Cuando vaya a dar a luz, echadme a la mar: quiero dar a luz estrellas de mar. Soy de Finisterre, soy marino, echadme a la mar en submarino de pino de Finisterre (sin pintar), ¡echadme a la mar!» 

Alexandre Campos Ramirez, el verdadero nombre de Alejandro Finisterre, murió el  9 de febrero de 2007. 

Su padre se arruinó cuando el tenía 15 años. El se trasladó a Madrid donde trabajó de albañil y  por las noches escribía versos que vendía en los cafés. 



Cuando tenía 17 años, en 1936, una bomba cayó en su casa y quedó sepultado entre los escombros. Fue trasladado al hospital de la Colonia Puig de Montserrat, en Barcelona. Se quedó cojo  y como no podía jugar al futbol ideó el futbolín, que patentó en 1937.


Tras el triunfo del franquismo tuvo que huir. Consiguió dinero para irse a Ecuador, pasó por Guatemala donde fue secuestrado y metido en un avión para devolverlo a Madrid pero los pasajeros al conocer que era un refugiado español consiguieron que el piloto desviara el avión a Panamá.

Pero vuelvo a Frida


Frida y Diego Rivera se casaron en 1929, ella tenía 22 años   y el 43. 

Su relación estuvo repleta de infidelidades, éstas eran parte de su dinámica y en 1939 se divorciaron, sin embargo al año siguiente se volvieron a casar. A la muerte de Kahlo en 1954, Diego escribió: "Yo me he dado cuenta que lo más maravilloso que me ha pasado en mi vida ha sido mi amor por Frida".



"Ya quiero que te vengas, no sabes cómo te he necesitado este tiempo y cómo, cada día te quiero más.
     Estoy como siempre, mala, ya ves qué aburrido es esto, yo ya no sé qué hacer, pues ya hace más de un año que estoy así y es una cosa que ya me tiene hasta el copete, tener tantos achaques, como vieja, no sé cómo estaré cuando tenga treinta años, me tendrás que traer envuelta en algodón todo el día y cargada, pues ni modo que entonces se pueda, como te dije un día, en una bolsa, porque no quepo ni a trancazos."
Frida ya había tenido un romance con Alejandro Gómez Arias,  una relación que no contaba con la aprobación de sus padres. Él la acompañaba a casa cuando el tranvía en el que viajaban sufrió un accidente, el 17 de septiembre de 1925.



Leo Eloesser

Era  un famoso  cirujano que Frida conoció en San Francisco, y a partir de ahí iniciarion una amistad que nunca terminaría. Entre ellos existía un vínculo especial




24 de junio de 1944

Queridísimo Doctorcito Eloesser:

Realmente tienes razón de sobra para regañarme porque nunca te escribo, pero ya sabes que a pesar de todo, te quiero hartísimo y nunca te olvido.

Ahora te estoy escribiendo desde la cama porque sigo “fregada” de la espina. Cada día estoy peor. Vi al Dr. Alejandro Velazco Zimbrón que es un famoso cirujano de huesos aquí. Me ordenó un “corset” que llevo desde hace cinco meses. Al principio me costó mucho trabajo acostumbrarme, pues es de la chingada aguantar esa clase de aparatos, pero no puedes imaginarte cómo me sentía de mal antes de ponerme ese aparato. Ya no podía materialmente trabajar pues me cansaba de todos los movimientos por insignificantes que fueran. Me mejoré un poco con el “corset” pero ahora vuelvo a sentirme igual de mal, y estoy ya muy desesperada pues veo que nada mejora la condición de la espina. Me dicen los médicos que tengo inflamadas las meninges, pero yo no me acabo de explicar cómo está el asunto, pues si la causa es que la espina debe estar inmovilizada para evitar la irritación de los nervios ¿cómo es que con todo y corset vuelvo a sentir los mismos dolores y las mismas friegas?

Oye lindo, esta vez que vengas por lo que más quieras en la vida, explícame qué clase de chingadera tengo y si tiene algún alivio o me va a llevar la tostada de cualquier manera. Algunos médicos vuelven a insistir en operarme pero no me dejaría operar si no fueras tú quien lo hiciera en caso de que sea necesario.

Del caballete yo quisiera que fueras tan bueno de echarlo en un tren que me lo traiga acá, pues ahora lo necesito mucho porque les presto a veces los dos míos a los muchachos de mi clase. Yo pagaré aquí lo que cueste el transporte por express. ¿Quieres hacerme ese gran favor?

Tengo mucho gusto de que vengas pues tú sabes cómo te quiero. Perdóname que no te escriba mucho ni te cuente cosas porque aún de escribir me canso rete harto.

Te mando miles de besos y mi corazón.

Tuya, Frida.




León Trostsky

A mediados de la década de 1930, Kahlo y Rivera se consideraban trotskistas. Habían seguido de cerca la Revolución Rusa, y consideraban que Trotsky era un héroe de la Revolución de Octubre de 1917, que supuso el ascenso al poder de Vladimir Lenin y la instauración del régimen socialista. Sin embargo, cuando Iósif Stalin asumió el liderazgo en 1924, consolidó el poder y degradó a Trotsky, exiliándolo definitivamente en 1929. Diego Rivera fue la persona que convenció al presidente mexicano Lázaro Cárdenas de ofrecerle asilo político a Trotsky en México. 


Poco después de que el matrimonio ruso se instalara en Ciudad de México, dio comienzo el romance entre Kahlo y Trotsky. Frida y León se encontraban en la casa de la hermana de la artista, y el político deslizaba notas de amor en los libros que prestó a la mexicana para que los leyera cuando se separaban. Sin embargo, a pesar de la discreción que mantenían los amantes, Sedova, la  mujer de Trotsky, no tardó en descubrir la aventura, y dio a su esposo un ultimátum de «yo o ella»


Chavela Vargas


Chavela vivió con el matrimonio de artistas durante un año, en la residencia de Coyoacán. Nunca negaron ni aceptaron su romance, sin embargo, lo que expresa la una de la otra puede darnos un indicio de su verdadera relación.

Hoy conocí a Chavela Vargas. Extraordinaria, lesbiana, es más se me antojó eróticamente. No sé si ella sintió lo que yo pero creo que es una mujer lo bastante liberal que si me lo pide no dudaría un segundo en desnudarme ante ella. Cuántas veces no se te antoja un acostón y ya. Ella repito es erótica. ¿Acaso es un regalo que el cielo me envía?

Frida K”. 



Jaqueline Lamba 


En 1938, André Bretón, líder del movimiento surrealista, y su esposa Jaqueline Lamba huyeron de Francia por la ocupación nazi y se refugian en la casa de Diego y Frida. 






Carta de Frida Khalo a Jacqueline Lamba

Desde que me escribiste, en aquel día tan claro y lejano, he querido explicarte que no puedo irme de los días, ni regresar a tiempo al otro tiempo. No te he olvidado - las noches son largas y difíciles. El agua. El barco y el muelle y la ida, que te fue haciendo tan chica, desde mis ojos, encarcelados en aquella ventana redonda que tú mirabas para guardarme en tu corazón. Todo eso está intacto. Después vinieron los días, nuevos de ti. Hoy, quisiera que mi sol te tocara. Te digo que tu niña es mi niña, los personajes títeres arreglados en su gran cuarto de vidrio, son de las dos.Es tuyo el huipil con listones solferinos. Mías las plazas viejas de París,  sobre todas ellas, la maravillosa - Des Vosges tan olvidada y tan firme. Los caracoles y la muñeca-novia, es tuya también- es decir, eres tú -. Su vestido el mismo que no quiso quitarse el día de la boda con nadie, cuando la encontramos casi dormida en el piso sucio de una calle. Mis faldas con olanes de encaje, y la blusa antigua que siempre llevaba hacen el retrato ausente, de una sola persona. Pero el color de tu piel, de tus ojos y tu pelo cambia con el viento de México. Tú también sabes que todo lo que mis ojos ven y que toco conmigo misma, desde todas las direcciones, es Diego. La caricia de las telas, el color del color, los alambres, los nervios, los lápices, las hojas, el polvo, las células, la guerra y el sol, todo lo que se vive en los minutos de los no-relojes y los no-calendarios y las no-miradas vacías, es él. Tú lo sentiste, por eso dejaste que te trajera el barco desde el Havrem donde tú nunca me dijiste adiós.

Te seguiré escribiendo con mis ojos, siempre.


Heinz Berggruen

Rivera le presentó a Berggruen a Frida y rápidamente se hicieron amantes. Durante la Feria Mundial de arte en 1939, Berggruen debía cuidar a Rivera pero también aprovechó para enamorarse de la esposa del pintor. Ambos huyen a Nueva York y durante un mes, viven un breve romance. Después de eso, ella regresa con Diego y Heinz vuelve a Alemania.


Nickolas Muray

Frida conoce al fotógrafo Nickolas Muray en México en 1931, y en repetidas ocasiones se reencuentran en San Francisco y Nueva York. Tuvieron una relación intermitente durante diez años

Frida escribió a Muray en París de 1939: “Mi adorable Nick, esta mañana, después de tantos días de espera, llegó tu carta. Me sentí tan feliz que, antes de comenzar a leerla, me puse a llorar. Mi niño, realmente no puedo quejarme de nada en la vida mientras tú me ames y yo a ti. Es tan real y hermoso que me hace olvidar todo los dolores y los problemas, incluso me hace olvidar la distancia”.

Isamo Noguchi

En julio de 1935, Frida partió a Nueva York  y  conoció al escultor y diseñador  Isamu Noguchi, un hombre conquistador  con quien pronto entablaría una  relación amorosa, breve y fugaz. al poco tiempo regresaría  a México a reconciliarse con Diego, pero Frida siguió frecuentando a Noguchi. 





José Bartolí

Bartolí, un republicano que, saltando de un tren, había logrado escapar de las garras de la Gestapo y de un destino incierto en el campo de concentración de Dachau, se abrió paso como pintor y dibujante. Allí, en un hospital de la metrópolis estadounidense, conoció a Frida en 1946.


"Anoche sentía como si muchas alas me acariciaran toda, como si en la yema de tus dedos hubiera bocas que me besaran la piel.

Los átomos de mi cuerpo son los tuyos y vibran juntos para querernos. Quiero vivir y ser fuerte para amarte con toda la ternura que tù mereces, para entregarte todo lo bueno que haya en mi. y que sientas que no estás solo. Cerca o lejos, quiero que te sientas acompañado de mi, que vivas intensamente conmigo, pero sin que mi amor te estorbe para nada en tu trabajo ni en tus planes, que forme yo parte tan intima de tu vida, que yo sea tu mismo, que si te cuido nunca sera exigiéndote nada, sino dejándote vivir libre... Te quiero como eres, me enamora tu voz, todo lo que dices, lo que haces, lo que proyectas. Siento que te quise siempre, desde que naciste, y antes, cuando te concibieron. Y aveces siento que me naciste a mi. Quisiera que todas las cosas y las gentes te cuidaran y te amaran y estuvieran orgullosas, como yo, de tenerte. Eres tan fino y tan bueno que no mereces que te hiera la vida."



- Carta a José Bartolí, Frida kahlo, 29 de agosto de 1946.


La relación llegó a su fin a finales de 1949 pero Josep Bartolí nunca dejó de amar a Frida Kahlo por lo que guardó siempre sus cartas junto a él en su domicilio hasta que murió en Nueva York en 1995. Su familia vendió, años después de su fallecimiento, estos documentos que contienen recuerdos, flores prensadas y fotografías.