miércoles, 18 de agosto de 2021

EL CABALLERO ARBORICIDA



 

¿Qué placer puede haber en cortar un árbol? Los árboles adultos de la ciudad están siendo derribados. No sé qué placer puede haber en derribar un árbol sano.

Son árboles con un pasado. Es su pasado lo que se derriba. ¿No creéis?

 Pero en su lugar se plantan otros nuevos. Los árboles nuevos no se caen, y no hay que podarlos. Los árboles nuevos no molestan ni hacen daño a las personas. Los árboles nuevos son dóciles y manejables.


La infancia, bendito tesoro.

 Los árboles nuevos ocupan menos espacio, no levantan el asfalto y apenas hay que regarlos.

 Pero donde esté un árbol viejo... Con todo su carbono almacenado, con toda su anchura y toda su experiencia como ser vivo impasible...

 

El árbol de la ciencia era un árbol muy longevo.

 El árbol de la sabiduría dicen que está en un psiquiátrico.

 Están plantando árboles tan exóticos que extrañan su lugar de origen al tocar la tierra con las raíces.



Son árboles que crecerán extrañados.

 Son árboles con las raíces breves y superficiales.

Yo hablaba cada mañana con aquellos cedros que cortaron. Unos cedros adultos de gran porte y muy elegantes que habían sido testigos de...

 No te cortes, sigue.

En aquellos días de alzamiento, un puñado de fieles a la República subía desde la Puerta del Sol tras hacer frente a los falangistas, y allí mismo, en la Plaza de los Cedros encontraron la muerte.

 Quizá por eso los talaron. Por hablar.

 O por ser testigos.

O por conservar la memoria.

 Pero esos cedros jamás defendieron la Cultura, no tenían por qué...

 Es igual, seguro que eran cedros rojos.

 ¿Por cierto, los dinosetos hablan?

 


No, ellos solo están de adorno. Como mucho, asustan a algún niño que otro.

 ¡Ahí van! Ya sale la brigada arboricida a cortar árboles rebeldes. ¿A dónde...?

 


Me han dicho que en la Plaza de la Princesa una vecina se ha quejado de que los árboles no le dejaban ver las obras.

 Estamos en democracia. Cuando una vecina pide algo, ¡se le concede!

 

No hay que perder un solo voto.

 Este año ganamos a New York.

 ¿En arboricidas?

 Allí no hay árboles por las calles porque los edificios son muy altos y no entra el sol.

 ¿Entonces el nuevo Plan...?

 La competición es solo para llegar a ser como New York.

Ahora entiendo lo de derribar barrios enteros para plantar urbanizaciones de new planta.

 Esos barrios estaban en mal estado.

 No hay asilo para los barrios viejos.

Y es más caro restaurar que derribar.

 Y menos rentable.

 

Pero los barrios de toda la vida son el alma de la ciudad. Sus fuentes, sus huertas, sus casitas de toda la vida...

 Absurdos romanticismos. ¿A quién le importa una fuente o una huerta o una...?

 Ahora el alma de las ciudades son las rotondas.

En las rotondas caben grandes e históricos barcos.

 Y pantallas redondas capaces de retransmitir en directo los partidos de fútbol.

Los coches dan vueltas y vueltas en la tanda de penalties.

 Y magníficas paelleras de cien metros.

 Son retretes para gaviotas.

 En las rotondas también caben árboles.

 ¿Allí es donde entierran los árboles que cortan?

 No.

 Pero en una de las más afamadas rotondas de la ciudad han plantado árboles muy antiguos. No todo son malas noticias.


Son bonsais del tamaño de un árbol. Olivos milenarios arrancados de su tierra natal y podados al estilo caniche.

 ¡Qué mal gusto!


Pues la gente en general está encantada. Porque pasear por el interior de la rotonda entre tanto verde de maceta es un lujo.

 Pasear dentro de una rotonda viendo como pasa el tráfico rodado no tiene precio.

 Y además, no hay que barrer las hojas porque las podan al 1 antes de que sean hojas.

 Y mucho antes de que se caigan al suelo.

 ¿No serán de plástico? El verde es de maceta...

 ¿Los olivos? No, esto sería una ofensa para una ciudad tan olívica. Y una burla sin precedentes.

 Mira, ¿y entonces lo de parecernos a New York cómo va?

Muy bien. Sobre todo en lo referente a las luces de Navidad.

 Uf, menos mal. Pensé que estaba todo perdido.

 Las luces adornan mucho.

 Y son muy chulas.

 Jamás he visto luces tan alegres y llenas de optimismo.

 Esas luces nos hacen tan felices que con ellas olvidamos el resto.

 Por eso la Navidad dura cada vez más tiempo.

 Las luces de Navidad en una ciudad con mendigos son muy resultonas.

Aquí no hay colas del hambre.

 Y sobran albergues.

 El que es pobre es porque quiere.

Durante años hubo tiendas de campaña con gente dentro, justo enfrente del Ayuntamiento.

 Eran alborotadores resilientes que añoraban el 15 M.

 Uno de ellos murió sin conseguir nada.

 ¿Pero qué pedía ese hombre?

 Tenía que haber pedido audiencia como es debido y al parecer no la pidió.

 ¿Y cómo se piden las...?

 Con una palangana en la mano.

 ¿Y esta Navidad qué haremos?

Lo que todos los años, llevar a nuestros zagales a la cabalgata de reyes para que en persona reciban su caramelo patrocinado con el logo del alcalde, y de manos del alcalde.

 Querrás decir del Ayuntamiento.

 ¿No es lo mismo?

 Pero nuestros hijos ya son mayores.

 Podrían ir de todos modos, por si en un futuro necesitan algo. Nunca se sabe.

 Cierto, hacen falta operarios, muchos operarios para cortar árboles, colocar luces, derribar barrios, diseñar rotondas y hacer la ola al paso del emperador...

 ¿Qué emperador?

 Es un decir.

Hay que dejar la muralla visible. Hay que dejar visibles las avenidas. Hay que dejar visibles los centros comerciales. Hay que dejar visible el océano y luego tapar las vistas con edificios altos. Todo eso da mucho trabajo.

 Y hay que enterrar los museos de arte.

 En especial los contemporáneos.

 Los contemporáneos están politizados, ahí solo exponen artistas radicales que han convertido la expresión artística en una aberración que ya no comprende nadie, totalmente alejada del gusto popular.

 Desde luego.

 Para comprender es preciso esforzarse.

 Yo no pago la entrada de un museo para, encima, tener que trabajar comprendiendo.

 

Suelen ser gratis.

 Da igual. La gente lo que quiere es disfrutar de la vida con libertad. Más ferias del pulpo y puestecitos de catas de vinos, con su jamoncito y su choricito frito... y menos...

 ¡Más gaitas y menos...!

 ¡Más reconquista y menos...!

 ¡Menos arte!

 Ay que me meo encima.

 No hay que pasarse. El arte es algo necesario. Mira esa cruz...

 ¿La cruz de los caídos?

 


No me digas que no tiene su aquel.

 El aquel nunca lo tuvo.

 Esa cruz sí debería haber sido derribada, y no los pobres árboles.

 No estoy de acuerdo. Es la cruz de Cristo.

 Pensaba que era de Franco.

 ¿Franco el del culo..?

 ¿Ya estamos sacando a relucir batallitas de rojos y azules?

 Mi abuelo murió por culpa de esa cruz.

 ¿Tu abuelo era ateo?

 No. Era maestro.

 Lo siento, no lo sabía.

 Mi abuelo quería que los niños aprendieran a respetar a los demás, a respetar la diferencia, a respetar a los pobres y a los ricos, a los comunistas y a los creyentes, a las plantas y a los animales. En la clase tenía un arbolario.

 ¡Qué teima con los árboles!

 ¿Y lo mataron por tener un arbolario?

 No exactamente.

He leído que los árboles son la única solución realista para luchar contra la crisis climática.

 Siempre se cortaron los árboles y nunca pasó nada.

 Ahora lo que está de moda es podar a ras de suelo. Para no tener que hacerlo cada año.

 ¿Así no sufren mucho los árboles?

 Es una operación pertinente, y se ahorra gasolina.

 Las cadenas de las motosierras no dan para cortes anuales.

 Mejor talar que podar.

 Los árboles solo deberían cortarse cuando un vecino alérgico lo pida.

 Los pólenes de los árboles son muy dañinos. Lo principal es la salud.

 Especialmente en pandemia.

En la Gran Vía se solicitó un tranvía, no una tala salvaje.

 Los tranvías ya no se llevan. Lo que se llevan son las escaleras mecánicas y los ascensores.

 Hay que luchar en contra de la orografía. ¿No queríamos acabar con las cuestas y las pendientes?

 Nadie dijo eso. Las cuestas y las pendientes son la idiosincrasia de esta...

 New York es una ciudad plana, y tenemos que parecernos. El objetivo es el objetivo.

 Vale.

Los tranvías nos llevaban a la playa, cuando la playa era un arenal y un tesoro de la Naturaleza.

 Pero que pocos sentían como suya. Por eso se construyó un envidiable paseo marítimo, para poder disfrutar de las vistas a la vez que se pasea. Se le quita terreno a la playa, pero la playa lo agradece.

 Cierto. Sin paseos no hay chiringuitos. Y donde esté una cervecita que se quite una duna o cualquier otro accidente físico.


A mí me gusta la playa pero sin rascacielos es un poco sosa.

 Los tranvías eran una maravilla. Nos llevaban a otros lugares hermosos cuando esta ciudad era hermosa. Atravesaban con lentitud el paisaje. Su sonido era inconfundible, en especial la campana que había que hacer sonar tirando de una cuerda, para que el tranvía parara.

 Los tranvías y los coches no son compatibles. No pienso dejar de conducir para dejarle sitio a esos inútiles cacharros.

 Además, ya tenemos transporte público.

 Y muy eficiente, por cierto.

 ¿Te refieres a los autobuses?

¡Hagamos túneles!

 Eso sería la mejor opción. Horadar toda la ciudad para que fluya el tráfico.

 El tráfico fluido es lo que mantiene con sangre esta ciudad.

 ¿No sería mejor peatonalizar las calles?

 La mejor opción sería una buena educación pero eso es muy difícil.

 El dinero tiene que moverse para que tenga sentido. Y la obra pública es una fuente inagotable de inversiones.

 ¿Los túneles son ecológicos? ¿Qué dicen los ecologistas de los túneles?

 ¿Y a quién le importa lo que digan esos chalados?

 Habrá ecologistas que opinen una cosa y otros otra.

 ¿Pero adónde van a para los los humos de los coches que atraviesan los túneles?

 Nadie lo sabe, pero como dice el refrán: ojos que no ven, corazón que no siente, y pulmones que no protestan.

 Sin los coches, esta ciudad no tendría razón de ser, insisto. Y menos en su afán de ser como...

 Esta es una ciudad muy capitalina.

Todo sea por los coches, y por los centros comerciales. A la ciudadanía le gusta conducir y comprar, a partes iguales.

 Han mandado cortar unos árboles muy altos que no dejaban ver la Primavera en el Corte...

 Las copas se metían en la ropa interior de las señoritas de los carteles y eso era bastante indecente.

 Y ahora, esta ciudad sin árboles singulares...

 Siempre quedarán los árboles de los parques.

 ¿Qué parques?

 Los parques no serían parques sin árboles. Es incongruente la tala en los parques. A no ser que lo que se tale sea el parque.

Hay parques de cemento armado.

 ¡Qué cara más dura!

 Hay parques con aparcamientos en sus tripas, incluso hay parques que son plazas de aparcamiento.

 Pero también hay parques de verdad, con hierba, tierra y...

 Nadie tocará los árboles de esos parques, siempre que sean árboles que no amenacen con caerse.

 Si un árbol cae sobre una persona podría matarla.

 Pero mueren más personas intentando talar un árbol que aplastadas por azar por un árbol que cae en medio de una tormenta.

 Las estadísticas no son relevantes.

 ¿Y cómo se sabe cuándo un árbol amenaza con...?

Si con el viento se mueve demasiado, hay que cortarlo. Si se queja con el sol, hay que cortarlo. Si no crece recto, hay que cortarlo. Si lo pone perdido todo de hojas en otoño, hay que cortarlo.

 Mira, ahí va otra brigada arboricida camino del chollo.

 Y van cantando.

 ¿Pero qué cantan?

La flauta mágica, de Mozart.

 ¿De verdad?

 La gente les aplaude al paso.

 Y luego bailan y se ponen en la fila que acompaña a la brigada...

 Al ritmo que van, todas las brigadas arboricidas se quedarán sin trabajo. Pronto habrá que plantar árboles de crecimiento muy rápido para tener algo que cortar algo cuando llegue el momento.

 Buena idea, y buen negocio.

 Las serrerías municipales siempre fueron rentables.

 Por eso se privatizaron.

 Como el agua.

 Y otros servicios fundamentales.

 Las funerarias siempre fueron privadas.

 Morir es un acto privado.

 Y solitario.

 A mí me gusta mucho subir y bajar por las escaleras mecánicas. Me lo paso bomba.

 Esta ciudad es un parque temático.

 ¿Pero cuántos tipos de parques hay?

 Hay parques automovilísticos, parques de bomberos...

 Los nuevos parques para los niños tampoco tienen árboles.

Para que los niños no puedan hacer cabañas en ellos. ¿Os acordáis cuando hacíamos cabañas en los árboles? Bastaba con encontrar un árbol frondoso y unas cuantos palos. El resto lo poníamos con la imaginación.

 ¿Los palos?

 La infancia es prodigiosa.

 Pero ahora los niños pueden jugar todo lo que quieran sin miedo a hacerse daño. El suelo no es suelo, es una goma de colores mágicos.

 Un colchón protector.

 Proteger a la infancia es lo primero.

 Una sociedad proteccionista asegura su futuro consumista.

 Cuando la goma se pudre, la lluvia arrastra los pedacitos para llevárselos al mar y que los coman los peces que más tarde comemos.

¡Qué falta de conciencia!

 No podíamos dejar que los niños y las niñas siguieran haciendo cabañas en los árboles, tal y como las hacíamos en el pasado.

 Antes no teníamos móviles. Teníamos árboles.

 Si juegan a subirse a los árboles podrían salir defensores de los pájaros.

 Por cierto, ¿Cuántos pájaros hay en...?

 Quedan muchos pájaros. De los que no anidan, todos.

 ¿Y de los que anidan?

 Depende dónde hagan el nido.

 Hace poco escuché en la radio que los pájaros se habían marchado a los extrarradios porque la vivienda en el centro era muy cara.

 Tonterías, si quisieran anidar, lo harían. Los pájaros están muy mal acostumbrados.

Por lo visto, con la tala de los árboles se acabaron los problemas de okupas de nidos.

 Lástima, se me había pasado por la cabeza fundar una empresa de seguridad ornitológica.

 ¿Y los cruceros?

 ¿Qué pasa con los cruceros?

 No sé qué relación pueden tener los cruceros con lo que estábamos hablando.

 Nada. Simplemente no imagino a toda esa gente, que durante tantos días no ha visto un triste árbol, vagar por las calles en busca de una sombra sin poder encontrarla.

 Ahora los cruceros ya llevan árboles dentro, para que las ciudades por donde pasan no tengan que ponerlos.

 Bueno, ¿y cuántas luces de Navidad llevamos puestas?

 Millones.

Estupendo. Pronto le ganamos a New York.

 New York siempre espera al último momento.

 ¿Y el árbol de Navidad ya está puesto?

 Qué manía con denominar árbol a algo que no es más que una enorme torre de hierro con forma de cono.

 El cono es la forma de las coníferas.

 Nos confunden con sus malditas metáforas. Si no realiza la fotosíntesis, ¿cómo va a ser árbol?

 No es un ser vivo pero luce muchísimo.

 Todo lo que luce es importante.

 Eso ya lo dijiste.

 Y Papa Noël agradece que exista. En tan señaladas fechas va de cono en cono con su carruaje.

 Papa Noël es un cuento.

 Ya. ¿Entonces quién pone los regalos?

 El alcalde.

 En fin. No quiero resultar pedante pero lo cierto es que sin árboles no hay vida.

 Eso mismo decían de las abejas, y mira, ahora casi toda la miel no es de colmenas.

 ¿Entonces?

 La fabrican laboratorios chinos en MeliFeria.

En cualquier caso, los árboles en las ciudades son importantes. Regulan la temperatura y la humedad del aire, y combaten la contaminación.

 ¿Y eso dices que es importante?

 Lo es.

 Se podría invertir en árboles. Plantar árboles por todas partes. Árboles autóctonos. Árboles resistentes al fuego.

 Árboles que rodeen la ciudad y la abracen.

 Una muralla de robles, por ejemplo.

 Los robles protegerán a la ciudad de los incendios.

 También los robles arden.

 Pero más despacio.

 Y dentro de la ciudad, bosques urbanos.

 Jardines botánicos por todas partes.

 Y árboles frutales en los jardines.

 La fruta está por las nubes.

 Árboles en los cauces.

 En los cauces de tierra, y no de cemento.

 ¡Qué barbaridad!

 Podríamos buscar setas comestibles en nuestros paseos por los bosques de las cercanías.

 Estáis delirando, la realidad es otra.

 ¿Y nadie dice nada en contra de la realidad?

 Sí, algunas personas, pero sus voces no son escuchadas.

 Tampoco serviría de nada escucharlas.

 La realidad siempre tiene mayoría absoluta.

 Derribar árboles hechos y derechos no es bonito.

 No digas tonterías.

 Ayer tuve un sueño. Vivíamos en una ciudad preciosa, mucho más que esta, desde luego. Una ciudad con tranvías, edificios con un gran valor artístico y abundantes parques llenos de árboles.

 ¿Y?

Un día llegó un caballero...

 ¿Montado a caballo?

 Claro.

 ¿Y?

 Ese caballero era un tipo corriente, nada especial, pero como corrían tiempos muy confusos, y el caballero era muy campechano le dieron el puesto de gobernador de la urbe.

 ¿Así sin más?

 En mi sueño no había elecciones.

 Vale.

 Para el puesto de gobernador estaba reservado, y desde tiempos inmemoriales, un bastón de mando: una vara de avellano, ligera, flexible y sensible a cualquier cambio climático. Pero al nuevo gobernador aquella vara le parecía demasiado simple y ordenó que la donaran a un anticuario. “Esas cosas son de viejos, yo no las necesito”, les dijo a sus súbditos.

Lo cierto es que desde ese mismo día en que abandonara el bastón de madera de avellano, de su alma se apoderó una extraña sensación de vacío.

El nuevo gobernador no podía evitar vagar por la ciudad en busca de halagos. Sufría mucho por culpa de una pena difusa, indefinida, aunque muy profunda. Pero no quería reconocerlo, quién sabe si no sabía expresarlo.

En esos tiempos remotos, estaban de moda los dinosaurios vegetales, y el nuevo gobernador pensó que su primera ordenanza importante tenía que ser llenar la ciudad de dinosaurios: los dinosaurios crecían por doquier y se hacían los muertos en mitad de una calle. Eso sí, eran inofensivos.

Los dinosaurios verdes aliviaron algo la sensación de vacío, pero al poco tiempo el vacío regresó, esta vez con mucha más fuerza que antes.

Lo intentó con las obras civiles. Mandó construir todo tipo de obras inútiles, eso sí, adornadas con chillones y extravagantes colores, pero los colores de las nuevas construcciones no hicieron sino aumentar la zozobra y la nostalgia...

Unas navidades descubrió que las luces de Navidad le alegraban el espíritu. Ordenó comprar trillones de luces fluorescentes, hizo una fastuosa inauguración y se disfrazó de rey mago en la cabalgata de Melchor, Gaspar y Baltasar para repartir caramelos, pero una vez terminada la Navidad, la tristeza volvió.

 Lástima.

 Su tristeza le empujó a prohibir todas las manifestaciones culturales que no fueran realmente lúdicas o cómicas. Prohibió los festivales de teatro alternativo, los festivales de música sacra y el jazz.

 ¿El jazz?

El jazz es algo incontrolable.

 Con el tiempo se volvió un hombre receloso y excesivamente preocupado por la imagen que daba, quizá para que nadie descubriera lo que le pasaba por dentro. Nadie a su alrededor se atrevía a decirle que solamente él era responsable de su desasosiego.

Bueno, un árbol sí. Un árbol sí se lo dijo. Era un chopo ya entrado en años que vivía en una transitada acera. Los árboles no tienen miedo a decir la verdad. O mejor dicho: carecen de prejuicios.

“Es un tacaño y un egoísta”, le espetó.

Al nuevo gobernador le dio tanta rabia tener que reconocer el origen de sus propios pesares que mandó cortar el chopo inmediatamente. Y entonces, toda la ciudadanía rompió en aplausos, pues le tenían manía a aquel chopo feo y algo deshojado que lanzaba copos blancos en primavera y ninguno en Navidad.

 Siempre fue muy importante la Navidad para esta ciudad.

 En mi sueño no era esta ciudad sino otra.

 Perdón.

 Muchos árboles se solidarizaron con el chopo. Algunos de ellos, incluso, se atrevieron a insultar al gobernador de tal forma que no merece la pena repetirlo aquí. Otros, simplemente, le decían la verdad. Esto enfurecía cada vez más a aquel hombre pues no soportaba que nadie, y menos un árbol, le pusiera un espejo enfrente.

El nuevo gobernador ordenó talar todos los árboles adultos de la ciudad al tiempo que mandaba plantar otros nuevos, pues pensaba que los nuevos podrían ser educados en el respeto hacia los gobernantes.

 Ya lo dice el refrán: árbol que no se endereza de niño, árbol que crece a su antojo.

 Esta decisión fue tan aplaudida que aquel hombre triste en el fondo, aunque en apariencia muy campechano y dicharachero, obtuvo el título de Caballero Arboricida.

 ¿Y?

 Me desperté dentro de un estado de gran confusión.

 Nunca sabremos el auténtico motivo de sus pesares.

 ¿Es que no crees lo que decía el chopo?

 No.

 Quizá mañana, cuando mis sueños continúen, podremos...

 No sabía que a los árboles se les pudiera educar.

 Los hay que son muy civilizados.

 Tanto que ya no son otra cosa que mascotas vegetales.

 ¡Pero son tan riquiños!

 Levanta la ramita...

 ¡Zas!

 ¿Qué haces?

 Preparo las oposiciones a brigadista arboricida municipal.

 Bien podado.

 Mira, he encontrado una vara...

 Es de avellano.


Julio Fer

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